El toque de la canela

Karen decidió no asistir a reuniones sociales, sentía que a su entrada, las mujeres cuchicheaban cuando la veían. Sabía que tenían razón, porque su esposo dejaba que su espacio en la cama, durante muchas noches se enfriara. Y esto a ella le producía llanto. Aún lo amaba, su cuerpo todavía lo reclamaba, sin embargo, su boca no decía nada. Solo lo observaba.
Una de tantas noches de insomnio, decidió jugársela toda y ella sabía cómo hacerlo.
Al día siguiente hurgó en sus cuentas, sabía que tenía unos ahorros.
Mandó a decorar la cocina de su casa, mientras este permanecía de viaje.
—Sorpresa le vas a dar— le decían algunos.
—Sí definitivamente estoy convencida de ello—
Decidió contra las normas del Fen-Shui, colocar en la pared principal de la cocina azulejos de color rojo, ese era el color que Juan prefería en su ropa interior. Era el color que lo excitaba. Y en esa pared, colocó la mejor fotografía de ella.
— ¡Las fotografías son para otros sitios de la casa!— decían algunas de sus amigas.
—Me gusta romper las monotonías— decía ella con orgullo.
El resto de la cocina era apacible, el rojo contrastaba con el blanco, muchos gabinetes tallados en madera, Juan era admirador de los pinos.
Karen hizo un listado de los afrodisiacos en la cocina: aguacate, ajo, canela, chocolate, manzanas, mariscos, menta, miel, chontaduro y pimienta. Con ellos mandó a pintar un cuadro grande para colgar en otra de las paredes.
Juan admiraba las obras de arte y tan pronto lo vio, dijo asombrado:
— ¡Este bodegón es espectacular!—
Fijó repisas de madera y en ellos colocó unos frascos bien decorados donde guardaba guindas en su miel rosada, aceite de oliva para ensaladas y bolitas de chocolate, ingredientes que pescaban a su esposo.
Para su mesa de noche compró revistas que hablaban de recetas afrodisíacas. Juan era excelente lector, todo lo que caía en sus manos, lo leía.
Cuando estuvo su cocina lista, una mañana se levantó, le preparó un desayuno que contenía jugo de naranja con un tris de su licor preferido, huevos revueltos y café con leche con sabor a vainilla.
—Vaya, vaya, ¡que linda sorpresa!— dijo Juan.
— ¿Cuál va a ser el almuerzo de hoy?— era la pregunta de todos los días antes de darle un beso a Karen antes de salir. Ella sonreía, guardaba silencio y bajaba la mirada porque Juan poco a poco, había vuelto a almorzar con ella.
Una noche, Karen estaba preparando “Róbalo al ajillo” y cuando Juan le puso sus manos en las caderas, sintió que a ella le faltaba su tanga. Al oído le dijo, te espero en la alcoba, mi cocinera predilecta.
Ahora Juan despertaba, almorzaba y cenaba junto a Karen. El lugar donde siempre la buscaba era la cocina, observaba como ella con sensualidad, le quitaba la cáscara a alguna fruta dejando ver sus uñas bien cuidadas; el labial rojo en sus labios enmarcaban bien su piel morena y sus ojos negros. Guardaba en la boca de Juan algún trozo de fruta y luego delante de él, se chupaba los dedos demostrando agrado y dejando caer sobre sus senos gotas de jugo. Luego daba la espalda y suavemente contorneaba sus caderas.
Una mañana antes de la hora acostumbrada para el almuerzo, Juan llegó, tomó a Karen apasionadamente y del mesón de la cocina rodaron los pimentones, las cebollas, y el tomillo les dio permiso para que hicieran el amor, fueron testigos de las palabras de Juan:
—Te amo, te amo, mi cocinera perfecta, me mantienes loco, no sabes como amo todos tus olores—
Juan se acostumbró a comprar frascos de miel, y de aceite con olor a zanahoria, naranja y canela para la alcoba, se habían vuelto indispensables así como los vídeos eróticos, al igual que el susurro en los oídos de Karenn, “Que se quede el infinito sin estrellas, o que pierda el ancho mar su inmensidad, pero el negro de tus ojos nunca muera y el canela de tu piel se quede igual”…
Quienes hablaban de ella en voz baja, la envidiaban y no sabía cuál era la fórmula precisa para volver a enamorar a un marido infiel. Karen hablaba sobre la importancia de cocinar con amor, nombraba la magia de la cocina sin dar más explicaciones, palabras que las otras mujeres no entendían y llegaron a hablar en voz baja, de que ella le había dado un bebedizo a Juan.
Etelsaga, marzo, 2008

Uff se siente ese olor a canela que enamora al alma.
Un buen texto, casi una receta para volver a conquistar.
Colores, aromas, sabores, todos combinados de una forma especial, con el solo proposito de atraer al amor.
Me fascino este texto.

Amigas, muchas gracias por su comentario y me alegra que les haya gustado.

Un beso, Ethel

Un preciosos relato, espero en el proximo alguna recitita para los chicos,tambien tenemos a veces que reconquistar algun amor.
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Gracias Poe por tu paso por esta historia. A veces es necesario recurrir a muchos métodos para retener el amor de la vida, como lo hizo Karen.

Ciudadano, busca que le encanta a ese amor tuyo y por ahí atacas....

Un beso para los dos.