Infractor de Jerarquía

Llega el Papa de uno de sus viajes por el mundo y una limousina lo esta esperando en el aeropuerto de Fiumicino.

Al llegar al vehículo, su conductor ve que el pontífice se queda al lado del cordón de la vereda, sumido en profundo pensamiento. Entonces el chofer, un jóven de barba cuidada, le dice:

“Su Santidad, tengo instrucciones que debemos partir para el Vaticano lo más pronto posible. Suba, por favor”

El Papa, después de unos instantes, se acerca a la ventanilla del conductor y le dice en un susurro:

“Hijo, ya ni me acuerdo la última vez que pude conducir un automóvil. Cuando era Obispo ya no conducía. Luego fui varios años Cardenal y tampoco pude hacerlo y, ahora que soy Papa, menos aún. Hazte a un lado y sólo por hoy, dejame conducir a mi, por favor?”

“No...!!!” Le responde el chofer. “Es imposible Su Santidad. Si hago eso, mis superiores nunca me lo perdonaran y perderé mi trabajo. Mi familia quedará en la ruina.”

“Pero no veo porque deben enterarse, hijo” Le dice el Papa. “Esto quedara estrictamente entre tú y yo. Lo prometo”

El conductor, muy nervioso por la encrucijada entre cumplir con su deber o contradecir al Sumo Pontífice, se pasa a regañadientes al asiento de atrás, mientras el Papa, muy contento, se pone al volante del moderno vehículo.

En seguida que sale del aeropuerto, toma la autopista y pone el auto a 180 kilómetros por hora. El chofer, horrorizado ante las funestas implicancias de un incidente, le ruega al Papa que aminore la marcha. Pero el Pontífice, disfrutando del torrente de adrenalina, acelera el automóvil aún más, hasta alcanzar los 230 kilómetros por hora.

Unos instantes después, las luces de un patrullero aparecen a la cola de la limousina y el chofer, aterrado, empieza a llorar pensando como su vida quedará completamente arruinada por su debilidad al ceder ante el pedido de este Papa maniático.

El Sumo Sacerdote baja la velocidad y estaciona el auto sobre la banquina. El policía, se acerca a toda prisa hasta el vehículo, pero, al mirar por la ventanilla se detiene de golpe, da media vuelta y se vuelve a meter en el patrullero. Allí se pone en contacto por radio con su jefe:

“Jefe, tengo un grave problema aquí”

“Cuál es el problema” Responde el jefe

“Detuve a un auto que iba a más de 200 kilómetros por hora”

“Si..., y? Arreste inmediatamente al conductor”

“Es que no creo que pueda hacerlo. Por eso lo llamo”

“Porque no puede hacerlo”

“Porque es alguien muy. muy importante”

“Con mas razón! Arréstelo de inmediato para que sirva como ejemplo!”

“Nnnno..., no creo que pueda hacerlo”

“Pero, de quien demonios se trata. Del alcalde?”

“Nnno..., un poco más arriba”

“Del gobernador, entonces?”

“Tam..., tampoco. Un poco más arriba”

“Pero quien diablos es? Dígame! El Primer Ministro?”

“Noooo..., más arriba!”

“Déjese de adivinanzas y dígame de inmediato de quien se trata...!!!”

“Mire, yo creo que es Dios en persona, porque tiene de chofer al Papa...”

Jajaja..., subelos, Manu. Asi nos reimos un poco! Besos.
Jose

muy bueno, José.

Me alegra que te haya gustado, Silvina. Un gusto verte por aca. Saludos,
Jose

Asi es Xime, el humor es un gran anti depresivo. Gracias por tu visita y comentario, amiga. Recibe mi saludo afectuoso,
Jose

¡¡excelente!!

Muchas gracias por tu visita y comentario, amiga Karla. Recibe mi saludo,
Jose