En un lugar muy lejano, donde nunca fue ninguna persona. Vivía un elefante.
Era una selva llena de arboles de muchos años, muy grandes, con mucho pasto, muchas plantas y plantitas, algunas con flores, y otras no.
El elefante era muy pero muy grandote, con patas que parecían casas de tan grandes, unas orejas casi como alas de un avión. La trompa (que es la nariz de los elefantes), larga, gruesa y muy fuerte. Siempre con cara de malo, pero solo la cara, porque era el más bueno de todos los animales.
En ese lugar vivían un montón: que monos, jirafas, leones, tigres, hipopótamos, rinocerontes, patos. Todos con sus hijos, padres, hermanos, tíos, abuelos, abuelas, mamas, papas. Y amigos de sus hijos, amigos de los amigos de los hijos, y amigos de los amigos de los amigos del hipopótamo y estaban bastante contentos, pues estaba el elefante grandote.
El elefante grandote los cuidaba y protegía, y como era muy valiente y fuerte todos los animales se sentían muy seguros.
A veces en esta selva aparecía algún animal malo, o alguno se portaba mal, entonces los animales lo llamaban al elefante y le decían:
-He, señor Elefante, hay un animal que se está portando mal, le pego a su hermanito.
Para que, salía el grandote, se ponía frente al animal que se porto mal, lo miraba con su cara de malo, levantaba una ceja. Y ya con esto bastaba, el que se porto mal, se pegaba un susto de esos. A partir de ese momento se acordaba de la cara del elefante enojado y pensaban: “mejor le hago caso a mama y me porto bien”.
También el elefante grandote ayudaba a todos los que le pidieran. Una vez se cayó un árbol muy pesado sobre la casa del león. Allá fue el elefante y con su trompa y fuerza levanto el árbol y después ayudo al león a reconstruir la casita.
Como era muy alto veía hasta muy lejos, y cuando se daba cuenta que alguien lo precisara, salía corriendo para colaborar.
Todo el tiempo se estaba moviendo, caminaba de acá para allá, cuidando que nadie se lastimara, siempre ayudando y vigilando.
Una vez, a la selva vino un animal que se llamaba bestia peluda, y era muy malo. Se portaba realmente muy mal. Por ejemplo les decía a los chiquitos: -Queres caramelos-, y los chicos enseguida le decían siiiiiiiii. La bestia peluda, matándose de riza no les daba nada, claro los chicos se sentían engañados, algunos –con justa razón- hasta se ponían a llorar. Cuando el elefante grandote se entero de estas cosas, lo agarro a bestia peluda y le digo: -¿Te crees muy gracioso? ¿Sabes lo que le hago a los muy graciosos?, ¿Sabes que les hago a los que hacen llorar a los chicos? No hizo falta más, la bestia peluda salió corriendo sin querer enterarse que le hacia el elefante grandote a los malos, malos.
Claro todos los animales de la selva se sentían muy seguros y protegidos por el elefante grandote, sabían que mientras estuviera no corrían riesgos, podían contar con él para cualquier cosa, nadie de afuera vendría a molestarlos, pocos se portaban mal y si lo hacían era por poco tiempo, era una suerte tenerlo cerca.
Un día el elefante grandote se quedo quieto.
-¿Qué le pasa a este? Se preguntaron varios. Lo veían que no caminaba nada, movía la trompa, las orejas, la colita, pero no caminaba.
Algunos animales se preocuparon y fuero a preguntarle: ¿Qué pasa que no camina, está enfermo?
El elefante los miro, sacudió la trompa e hizo un ruido tremendo: buaaaaa, sniffff, buaaaa, snifff.
Entonces se dieron cuenta: El elefante grandote estaba llorando.
-Pero señor elefante, usted tan valiente tan enorme, ¿llorando?
El elefante, sacándose los mocos, y apenas balbuceando les dice: -es que…., es que…, un ratón.
-Queeeeeeee, por un ratón está llorando.
Los animales no lo podían creer, un animal tan grande, tan valiente tan forzudo, le tiene miedo a un ratón, es de no creer.
Enseguida le empezaron a decir: -Pero, señor elefante no puede ser que tenga miedo, el ratón es una cosita tan chiquita, tan inofensiva. El ratón no hace nada, es buenazo, dele venga con nosotros a lavarse la cara y sacarse esos mocos. Los mocos del elefante son tremendos, también con semejante nariz.
Pero por mas que le decían, nada, el elefante no caminaba, y seguía llorando, buaaa, snifff.
Después de un buen rato, se pudo calmar un poco y les comento: -Lo que pasa es que al ratón lo perdí.
Otra vez los animales estaban muy confundidos: ¿Llora tanto porque perdió un ratón?
-Señor elefante no puede ser que un animal tan grande como usted, llore tanto porque perdió un ratón, en la selva está lleno de ratones y nosotros podemos ayudarlo a encontrar otro.
-Noooooo, yo quiero encontrar el que vi.
Pero que elefante caprichoso, habrase visto. Está bien lo ayudaremos a encontrar el que usted vio, venga muévase que lo buscamos entre todos.
Pero el elefante no se movió. –Es que tengo miedo.
No sea chiquilín. ¿Se puede saber a qué le tiene miedo?
Buaaa, sniffff, es que…, es que…, es que…Tengo miedo de pisarlo.
Todos comprendieron, el elefante es tan grande, y el ratón tan chiquito que en una de esas no lo ve y lo despanzurra sin querer. “Con razón no se mueve”
Todos los animales de la selva se pusieron a buscar al ratón, y de paso a todos los ratones, no sea cosa que alguno quedara como alfombra.
Al primero que encontraron le explicaron el problema: El elefante grandote está muy preocupado, tiene miedo de no verlo y aplastarlo con sus enormes patonas.
Los ratones se reunieron y lo fueron a visitar al elefante, enseguida lo tranquilizaron.
-Señor elefante, no se preocupe mas, los ratones somos muy pero muy rápidos, tenemos muy buena vista y mejor oído, cuando sentimos que usted está cerca, enseguida nos subimos a los arboles o a una piedra y de esta forma no puede pisarnos. Fíjese que en todos estos años que anduvo corriendo de aquí para allá, nunca piso a ninguno.
Un poco se tranquilizo el elefante, pero no del todo, seguía con un poquito de miedo de pisar alguno.
Entonces un ratón muy inteligente se le ocurrió una idea: Cada ratón de ahora en más, andaría con un silbato en el bolsillo, y cuando el elefante se acerca, empezara a silbar bien fuerte. Como el elefante tiene una orejas muy grandes escucha todo, aunque este muy lejos.
De esta manera el elefante otra vez comenzó a caminar y correr muy tranquilo y los ratones ya no tendrían que subirse a nada para no ser aplastados, bastaba con hacer sonar el silbato.
Al poco tiempo, todos los animales de la selva se dieron cuenta de un nuevo problema: Los ratones eran muchos y cada uno con un silbato, por donde pasaba el elefante el ruido era infernal.
Se reunieron para ver como solucionaron el tema, con ese ruido no se podía estar. Y lo solucionaron…pero esa es otra historia, para ser contada otro día.
Quilmes 23-1-2012