Llegó la noche y con ella la soledad.
Hace un rato regresé a casa después de mi paseo nocturno, y mientras me estaba cambiando de ropa pensé en lo rápido que pasan los días, y como cada día llego más cansado y más desilusionado. La rutina diaria es algo aterrador.
La noche aún es calurosa, el verano no acaba de macharse, algunos grillos me dan una serenata, los jodidos animalitos parecen Pavarotti grilleros. Pero después de unos minutos ya no lo oigo, o se ha cansado de dar la lata o es que mi oído se ha bloqueado a su cric, cric.
¿Y ahora qué hago? Vivo solo y la pequeña casa se me hace enorme, algunas habitaciones están cerradas y casi me asusta abrirlas. Tomo una cena ligera, siempre me acurdo de aquello de que de grandes cenas están las sepulturas llenas; pero es que en realidad me he acostumbrado a cenar poco, así duermo mejor.
Enciendo el televisor, zapeo un rato y nada de nada, solo series de policías y forenses y programas telebasura. Así que vuelvo a ver la repetición de un informativo, más de lo mismo: revueltas por aquí, asesinatos de mujeres por allí, accidentes varios, etc. Una alegría. Así que apago el tv y enciendo el PC. Siento el deseo de abrir paginas porno, las hay en abundancia, pero para qué hacerlo, acabo sintiendo repugnancia de las escenas y lastima de las mujeres que se ganan la vida en esto de la pornografía.
Así que abro el Word y me pongo a escribir, sin tener un plan preestablecido, ni guion, ni argumento, ni nada. Me he dicho voy a ver si soy capaz de hacer un relato, ¿pero de que será el relato? bueno y qué más da, nadie lo leerá, lo escribo para mí por el solo placer de darle a las teclas. Abro el contador de palabras y me dice que llevo 308 (ya 319).
Pero bueno, ¡esto no es serio! El relato no se ve por ninguna parte, y es que me falta imaginación, o mejor dicho mi imaginación es tan exuberante que me asusta. Me siento incapaz de relatar lo que mi fantasía es capaz de elaborar, mucho pero de forma desordenada.
Bueno, pues este es mi fallido relato. Quizás otro día venga una musa a visitarme. Dicen que hay nueve, pero todas ellas me han dado la espalda. ¿Conseguiré otro día implorar su ayuda con éxito?