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| Tema: La Sangre del Nibelungo III Vie Oct 07, 2011 1:13 pm | |
| Las jornadas fueron pasando con su lento ritmo de molienda y Eugenio, casi agotado, se hallaba totalmente focalizado en la entrega de su voluminosa tesis, ya casi terminada. El día anterior al gran evento y después de una mañana particularmente complicada en la oficina, Eugenio se hallaba a la hora del almuerzo, sentado en su banco favorito de la plaza, con el solcito de primavera calentando sus hombros. Ya había terminado su sandwich y el grueso, añejo libraco que fue dueño de su completo interés por varias semanas, se hallaba cerrado, descansando a su lado. Tenía los ojos cerrados y a pesar de estar tan cansado, se sentía satisfecho por su esfuerzo y su dedicación, ahora que el final del camino estaba al alcance de su mano. Así debió haberse sentido Hércules después de completar sus doce trabajos, pensó con placidez. Mañana, a esta hora, ya habré entregado mi tesis, junto con su breve reseña oral ante el panel de profesores y sólo me quedará entrar en la cueva y matar al dragón para disfrutar de las riquezas en un futuro no muy lejano. Finalmente iba a cumplir con la epopeya descripta en la antiquísima Canción de los Nibelungos. Entró muy sigilosamente en la cueva húmeda y oscura. Sabía que el dragón pasaba la mayoría del tiempo durmiendo sobre los arcones de riquezas que protegía. También confiaba en la invulnerabilidad que su reparada Balmunga le otorgaba y eso lo llenó de coraje y propósito. Encontró, como esperaba, a la bestia profundamente dormida como si estuviese empollando el tesoro. Ella nunca se imaginaría que sólo un simple mortal se atrevería jamás a atacarla en su propio reducto. Siegfried no le dió oportunidad. Le hundió la espada hasta la cruz en el corazón y cuando el monstruo se irguió sorprendido, mortalmente herido, siguió propinándole tajos a diestra y siniestra hasta que la mole del dragón se desplomó inerte, pesadamente sobre el piso pedregoso de la cueva, con los ojos bien abiertos. Mientras salía orgulloso y triunfante de la cueva de Fefner, un pájaro se posó amistosamente en su hombro y le susurró al oído que si bañaba su cuerpo en la sangre del dragón, se volvería inmortal. Siegfried, conocedor que la posesión de tales tesoros le acarrearía también la aparición de muchos enemigos, no lo dudó un instante y se encaminó nuevamente al interior de la cueva para bañarse con la sangre de la bestia. Nunca pudo sospechar que una hoja de tilo se había pegado a su espalda sudorosa, entre sus omoplatos y que ese único, pequeño sitio de su cuerpo, no se había inmunizado con la sangre protectora del monstruo.Una fuerte sacudida en el hombro lo devolvió a la conciencia. Era Julio, un compañero de la oficina que lo miraba alarmado. - ¡Eugenio, Eugenio... Qué te pasó viejo!. El jefe me mandó a buscarte. Son casi las dos de la tarde y nos tenías a todos muy preocupados. - ¿Qué...Qué pasa? ¿Me quedé dormido...? – preguntó Eugenio turbado, volviendo de su transición entre mundos. - Parece que si, ganso. Dále, volvamos rápido a la oficina. Esa víbora de Emilse es la que notó tu ausencia y fué con la alcahuetería al capo. Encima hay muchos quilombos desde esta mañana y te necesitan. Si querés, les decimos que te descompusiste mal y por eso no pudiste volver a tiempo. Dále, apurá el paso. |
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Poesiacarnivora Escritor activo
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| Tema: Re: La Sangre del Nibelungo III Dom Oct 09, 2011 1:12 am | |
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| Tema: Re: La Sangre del Nibelungo III Dom Oct 09, 2011 1:53 pm | |
| Firme como rulo de estatua! Gracias por tu buena disposicion a sufrir, amiga..., jajajaja... Besos, Jose |
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| Tema: Re: La Sangre del Nibelungo III | |
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