La Música de la Gente

Me gusta salir a caminar los domingos, sentarme en un bar junto a la ventana, pedir un café y observar a la gente.
Ellos tienen su música, melodías y ritmo que impone sus movimientos, maneras, gestos, actitudes y forma de vestir.
Cada uno de ellos tiene una música que puedo escuchar claramente a pesar de los ruidos de la ciudad y que llega a mí a través de lo sensorial.

A esta altura del relato seguramente ya se dieron cuenta que estoy loco. Y creo que tienen razón, para escuchar la música de la gente hay que estar loco. Pero además hay que estar atento y predispuesto a escucharla o mejor dicho a sentirla.
La gente toda tiene un ritmo y es más notable cuando caminan.

Los hay lentos y románticos, lentos y tristes, rápidos y alegres, angustiosos, ritmos violentos, suaves y armoniosos, suaves y sin armonía, en fin, se los puede sentir si pones atención y no te distraes con algún trasero duro y parado que se cruza en medio del concierto y entonces… se termina la música.

También la puedes oír cuando hablan, su música sale mezclada con las palabras. Algunas son estridentes como trompetas anunciando la entrada del rey al salón principal del castillo, otras son melodiosas y dulces, otras suenan graves como un contrabajo en un solo de jazz, otras como violines en una polca y podría seguir enumerándoles una inmensa clasificación.

Este domingo si estas aburrido, ve a un bar, pide un café y observa a la gente. Si pones atención puede que descubras su música en ese magnifico pentagrama que tienen las almas.

Efectivamente y en efecto. Mas no hace falta estar loco para percibir la sinfonia cotidiana que nos regala el mundo. Aunque a diferencia tuya, yo incluyo en esas notas y armonias a los ruidos de los autos, camiones, ambulancias y sirenas de policia.

Y bueno, excelente la recomendacion que haces al final de tu escrito, aunque y que conste que no discrimino, habemos quienes no necesitamos esperar al domingo, basta con bajar al tren subterraneo y escuchar el estruendo, el estallido de un fortissimo de esa maravillosa orquesta citadina, que provoca el tren subterraneo al llegar a las salas de espera.

Compadre, hay placeres como ese de regocijarnos con la sinfonia cotidiana que nos rodea, que estan negados a los simples mortales. Hay que ser un artista para saber que las notas y las armonias estan ahi, en la gente y en todo lo que hace.

Recibe mi saludo fraterno de siempre.

MUY BUENO,Y OBSERVADOR,A VECES LO HAGO DESDE LA ESQUINA DONDE PARAMOS CON LOS PIBES,PERO NO SE EN MI BARRIO PARECE QUE TODOS DESAFINAN INCLUSIVE NOSOTROS