ROSARIO CASTELLANOS
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Rosario Castellanos nació en la Ciudad de México el 25 de mayo de 1925, pero pasó gran parte de su infancia y adolescencia en Chiapas, concretamente en Comitán, al extremo sur del territorio mexicano, lugar que influyó poderosamente en la atmósfera y estilo de sus obras. Hija de una importante familia de terratenientes, fue muy pronto consciente de las injusticias que impedían en progreso de los indios: una compresión que, junto a su carácter introvertido y unas ambiciones intelectuales “impropias” de una mujer de su época y momento histórico, le impidieron siempre sentirse integrada en la sociedad caciquil.
Estudió la Maestría en Filosofía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde se relacionó con Ernesto Cardenal, Dolores Castro, Jaime Sabines y Augusto Monterroso. Estudió también en la Universidad de Madrid con una beca del Instituto de Cultura Hispánica. Fue profesora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, así como en la Universidad de Wisconsin, en la Universidad Estatal de Colorado y en la Universidad de Indiana. Escribió durante años en el diario Excélsior, fue promotora del Instituto Chiapaneco de la Cultura y del Instituto Nacional Indigenista, así como secretaria del PEN Club. En 1954 fue becada por la Fundación Rockefeller en el Centro Mexicano de Escritores.
Dedicó una extensisíma parte de su obra y de sus energías a la defensa de los derechos de las mujeres, labor por la que es recordada como uno de los símbolos del feminismo latinoamericano. A nivel personal, sin embargo, su vida estuvo marcada por un matrimonio desastroso y continuas depresiones que la llevaron en más de una ocasión a ser ingresada. Castellanos murió a la temprana edad de 49 años a causa de un desafortunado accidente doméstico.
«Escribo porque yo, un día, adolescente,me incliné ante un espejo y no había nadie. ¿Se da cuenta? El vacío».
Rosario Castellanoshttp://es.wikipedia.org/wiki/Rosario_Castellanos
Canción Tal vez cuando nací alguien puso en mi cuna
una rama de mirto y se secó.
Tal vez eso fue todo lo que tuve
en la vida, de amor.
Porque después (oh, rostro traicionado
por la memoria, nudo deshecho en el adiós)
nada sino el cilicio de aquella nervadura
me exprimió el corazón.
ROSARIO CASTELLANOS