Vida de perros

—Cargalos en la camioneta Augusto —dijo Fernandes—, y cuando pases por algún descampado tiralos sin que nadie te vea.
—Espero que a ustedes les vaya mejor que a los que se acaban de llevar —agregó, mirándonos.
Nos llevaron por un largo pasillo, cruzamos una puerta metálica y apare-cimos en la pista. Después de una semana sentí la tibieza de los rayos del sol sobre el lomo.
Uno a uno nos fueron metiendo en algo que llamaban gateras. La puerta por donde entre se cerró, casi apretándome la cola. A los costados dos paredes enlonadas y frente a mí, otra puerta, está de acrílico a través de la cual veía el señuelo que iría delante nuestro a lo largo de toda la pista. A los costados se ven tribunas colmadas de gente, que bebían, y gritaban, alentando al corredor por el cual habían apostado; unos contentos porque han ganado alguna carrera durante el día, otros sin embargo, cabeza gacha y paso cansino, se van retirando y esperan tomar revancha la próxima vez.
Ultimaban detalles. Verificaron que el señuelo estuviera en su lugar, las puertas bien cerradas y nosotros quietos.
El largador subió despacio al palco, levantó la mano derecha y disparó. Con un golpe seco la puerta de acrílico se abrió. Los músculos de las piernas se tensaron au-tomáticamente. Salí corriendo, cada músculo de mi cuerpo, se estiraba, se contraía, para volverse estirar. Corría al máximo de mis posibilidades tras un pequeño señuelo. Fal-tando 10 metros para la línea de llegada ya no tenía más fuerzas, sabía que tenía que lle-gar primero, era cuestión de vida o muerte. Esos últimos metros se hicieron intermina-bles, ocho metros ya no sentía las piernas, seis metros se me nublaba la vista, cuatro me-tros me faltaba el aire, dos metros el otro corredor emparejó mi marcha, un metro vamos cabeza a cabeza, medio metro no aguante más y caí.
—Eh. Fernandes, que tierno resulto ser tu perro. Cayo muerto antes de llegar. Ni siquiera aguanto una carrera.
—Que va a ser. De todas formas estaba viejo, ganara o perdiera iba a dar una vuelta con augusto en la camioneta.

José Gentili

Fuerte....y a su vez real.
Un trabajo que deja al desnudo, sin mucho realces…una historia triste, una historia repetida, y lo narras con mucha simpleza.-
Triste...así quedo.

UHM FUERTE , SI, Y NO ES TAN ASI, CONOZCO GENTE QUE CRIA PERROS GALGOS, QUE SON DE CARRERA, Y NADA QUE VER ADORAN A SUS ANIMALES, NO LOS ESFUERZAN,NO LOS MATAN POR VIEJOS, ESO NO ES ASI,
SI PASA LAMENTABLEMENTE CON ESOS OTROS DELINCUENTES QUE HACEN PELEAS DE PERROS , QUE SON CLANDESTINAS, ESOS SI LES IMPORTA NADA, POR DEMAS LOS PERROS GALGOS, SON HASTA POR SU ANATOMIA, PROPICIOS PARA CORRER, SI TIENES UN GALGO Y NO LO HACEAS CORRES LO MAS PROBABLE QUE SE TE MUERA, O TENGA ENFERMEDADES EN LOS HUESOS,PORQUE NECESITAN CORRER.
Y ESA GENTE AMA A SUS PERROS ,Y NO SE DESHACEN DE ELLOS JAMAS, HE VISTO LLORAR A UN CRIADOR DE GALGOS POR SU PERRO QUE MURIO DE VIEJO,YO QUE SE.
ENTIENDO LO QUE QUISISTE MOSTRAR,PERO ALMENOS AQUI EN MI PAIS NO ES ASÍ, Y QUE QUIZAS SI LA CRUELDAD PEOR SE VE EN LAS PELEAS DE ANIMALES.