Las Muertes de Bristol.

Bristol era un pueblo lejano y olvidado, habitado por gente mayor, los jóvenes, emigraron en busca de nuevos horizontes y el lugar estaba condenado a desaparecer.

“Matías,” era el dueño del cine y única persona encargada de su funcionamiento.

A medida que Bristol se fue despoblando “Matías” se quedó sin personal y él mismo ocupó los puestos vacantes. Vendía los tickets y golosinas, se encargaba de la higiene y proyectar las películas que repetía continuamente.
Una o dos veces al año presentaba algún estreno, filmes que eran viejos en otros sitios de la zona.

Sabía que la suerte del cine sería la misma del pueblo pero continuaba con el mismo entusiasmo que tuvo cuando lo inauguró.
Tenia la fantasía de morir antes de quedarse sin espectadores y eso de alguna manera, le daba una razón para seguir y no tener que sufrir el cierre de la sala.

Una tarde notó poca concurrencia, concluyo entonces que se debía a la cantidad de muertes sucedidas en las últimas semanas.

Parecía una maldición.

Preocupado… comenzó a ponerle atención al fenómeno. La falta de espectadores provocaría un cierre antes de lo previsto y eso no lo iba a poder soportar.

Luego de unos días de ardua investigación, tuvo en claro que las muertes se producían los domingos luego de la función.
Y en todos los casos, fueron suicidios o por lo menos, parecían serlos.
Descubrió una gran similitud entre los casos.

Todos se produjeron el día domingo, entre las siete treinta horas que finalizaba la función y las diez de la noche.

Además estas personas sin excepción, fueron al cine ese día.

Otro patrón que surgió de la investigación fue que todas las victimas salieron en silencio y no se les escuchó decir una palabra más.

Estaba seguro que algo les había pasado durante la función.

Una pieza no encajaba en el rompecabezas:

¿Por qué le pasaba sólo a la victima y no al resto de los espectadores?

Esto, lo llevó a investigar la ubicación de las víctimas.
Como resultado obtuvo otra coincidencia. Todas ocuparon el centro de la sala.
Auque quedaba saber… ¿Cuál era el lugar exacto?

Fila nº 17, asiento del centro, concordaron los testigos al ser interrogados.

Con esto último investigado, sólo tenía que probar sus sospechas.
Era domingo y tendría unos minutos para comprobarlo antes de que comenzara la función

Corrió hasta el cine, su respiración jadeante daba cuenta del paso del tiempo, sus sesenta y pico agarrotaron sus piernas, sin embargo, allí estaba… tomándose de las paredes y subiendo las escaleras.
Puso a funcionar el viejo proyector, bajó tambaleante, caminó hasta la Fila nº 17, buscó la butaca del centro y se sentó.

A la mañana siguiente un cortejo fúnebre transitaba las calles de Bristol.

Muy buen cuento Ricardo,excelente diría yo.Un pueblo, el progreso, la vida todo a taves de ese cine,y sobre todo el deseo de aquel hombre de no ver como todo se acaba.
Excelente Ricardo, realmente excelente.

gracias Marioes por tu siempre grata presencia.
Un abrazo querido amigo

A MI ME DIO PENA JA, ES QUE PENSABA EN LOS CUENTOS DE LOS VETERANOS DEL BARRIO, DE LOS CINES QUE HABIA ANTES ACA DE LAS MATINES DE LOS DOMINGO Y COMO DESAPARECIERON, NO SE ME HICISTE PENSAR EN ESO,ME GUSTO MUCHO EL CUENTO

Buen relato, Ricardo. Saludos,
Jose

Gracias Jaime no se me había ocurrido lo de la novela. Tu sabes que soy de tranco corto, sin embargo quizás me anime y te haga caso.
Gracias por la visita lástima que no te pude invitar con unos mates.
Un abrazo

Mateo y José gracias por comentar.
Un calido abrazo