AB URBE CONDITA

LA FUNDACION DE ROMA
AB URBE CONDITA.

Eneas, hijo de Venus (Afrodita), con este parentesco obviamente tenía allanado el camino del éxito, (en el pasado se había salvado de la zurra que los griegos Menelao, Ulises, Aquiles y otros importantes miembros de la farándula divina de la época, les habían dado en la toma de Troya) parte a vagar por el mundo como buen hijo de rico, terminando con sus huesos y la recomendación de su madre , en la bota italiana. Desembarcó en el Sur y por tierra se dirigió hacia el Norte, hasta la ciudad de Lacio, tierra del monarca Latino, que como buen papa-rey tenía una hija solterona disponible. Este gran partido de origen divino, era el ideal marido para la niña, aunque sin un real en los bolsillos o en la bolsa (no he investigado sobre la moda en la época para relatarlo, pero supongo que en alguna parte debían guardar el dinero), tenía buenas recomendaciones. Lavinia, así se llamaba la niña, le dio el nombre a una ciudad fundada por el lambón de su marido. Dice la historia que el hombre vivió pegado y feliz, sin tener que darle un golpe a la tierra al lado de la hija del rey Latino (no estamos hablando del marido de la colombiana Chaquira, el niño de La’ Rúa o algo así).
Tuvieron un hijo al cual colocaron nombre de un vermífugo, Ascanio, el cual fundó Alba Longa, convertida en importante capital de Lacio. Doscientos años después, esta familia, como cosa rara, se mantenía en el poder a través de dos joyas de la corona, Numitor y Amulio.
Generalmente en estas lides del poder no cabe sino uno, por lo que Amulio, que resultó ser el más vivo, le corrió la silla al pobre Numitor. De encima y para no tener problemas en el futuro, le mató los hijos, pero dejó viva a Rea Silvia, a la cual, para que no le diera de pronto por repartirlo y crear descendencia, obligó a ingresar a un convento de la época, adoratriz de la diosa Vesta.
Pero como la naturaleza llama (y eso sin leer el blog de monicaerótica), un día cualquiera, tomando la fresca al lado de un río, se quedó dormida (o al menos eso dice ella). El dios Marte, que entre guerra y guerra le quedaba tiempo para estar andando detrás de las chicas, vio a Rea Silvia y se enamoró de inmediato de ella, accediéndola carnalmente, en nuestra época se llama violación, sin siquiera despertarla (jaja) dejándola encinta al primer tiro.
El Rey Amulio se enfureció pero cometió el error de no matarla por el indeseado embarazo. Y al que no le gusta el caldo se le dan dos tazas, Rea Silvia dio a luz a dos preciosos chiquillos.
Amulio tomó a los dos mocosos ya que no lo dejaban dormir (les dio a los dos por llorar al mismo tiempo) y los colocó en una frágil embarcación para que se ahogaran una vez desembocaran en el mar. El hombre no contó con los azares del destino, un viento fuerte, a no pocos kilómetros del embarque, hizo encallar la embarcación con los gemelos adentro los cuales lloraban a los gritos, pues el malo de su tío abuelo no les había empacado las compotas que tanto les gustaban, inclusive dice la historia que ni siquiera los teteritos.
Una loba que pasaba por el lugar de casualidad, en vez de servirlos en su cena, decidió amamantarlos (con el tiempo llegó a convertirse en el símbolo de Roma, adquiriendo fama, fortuna y no estamos hablando de Sofía Loren).
Para no hacer muy larga la historia y contar lo orgullosa que se ponía la loba con los bailes y monerías de sus monitos, Rómulo y Remo, que así los bautizaron, me limito a relatarles que crecieron, conocieron su historia, regresaron a Alba Longa, subvertieron el orden, mataron a su amoroso tío abuelo y colocaron en el trono al hermano del muerto, el abuelo Numitor.
Como Rómulo y Remo heredaron el temperamento de su antepasado Eneas, se dedicaron a recorrer el mundo, finalmente llegaron a donde los vientos habían hecho encallar la embarcación en donde pretendieron ahogarlos y decidieron fundar una ciudad. Discutieron sobre como la pondrían. Rómulo sacó una moneda (dicen algunos historiadores) con dos caras y el muy vivo se apresuro a decir que escogía cara, ganando la apuesta. Desde ese momento la ciudad se llamaría Roma (otros historiadores hablan de unos pájaros. Apostaron al juego de ver pájaros: El que viera más pájaros era el ganador, Remo vio seis y Rómulo vio doce, que raro ¿no?).
Para empezar la tarea de construirla se consiguieron dos bueyes blancos como la nieve, no se sabe de donde los sacaron, los uncieron y trazaron un surco que delimitaba las murallas de la futura ciudad. Juraron matar a quien se atreviese a cruzarlas. Remo, que no se había consolado por perder la oportunidad de pasar a la historia dándole el nombre a la futura capital del Imperio Romano, (se imaginaba que el ladino de su hermano le había hecho trampa, ¿por qué sería?) pegó una patada a uno de los muros para mostrar la falta de calidad de la construcción, y también por la rabiecita que mantenía con el tramposo. Pero como juramento es juramento, Rómulo cumplidor de la palabra empeñada le pegó un guamazo a Remo que lo dejó muerto de una.
Todos estos acontecimientos sucedieron setecientos cincuenta y tres años antes del nacimiento de un profeta conocido posteriormente como Jesucristo, un 21 de Abril que aún se celebra como el día del aniversario de la ciudad.