El hombre del cuadro

El día se llegó y la pregunta surgió: ¿Qué hago yo aquí? ¿Cuántos años en la misma posición y mirando siempre lo mismo? Por fortuna todo se resolvió…
Al comienzo, pensé que todo sería muy interesante, poco a poco fueron dándome colores matizantes, sombras y luces. Mis ojos, mi boca y todo mi cuerpo quedaron listos para ser presentado a la sociedad. Al lado el perro quien me haría compañía por eternidades. Estaba contento con mi creación, luego sentí la firma de mi creador. A un ladito, en medio de un montoncito de ramas.
En sus ojos noté una gran satisfacción, reía, luego me dejó quieto, creí morir pensando que me llevaría a la buhardilla donde había dejado las otras obras.
Nooo… que horror, ¿entonces para quée me creó?. Inútil entender el pensamiento de mi creador. Tiempo después comprendí su acción y el por qué me había dejado abandonado.
Un frescor sentí por encima de mí, un líquido trasparente me tocaba y nuevamente vi la sonrisa de mi pintor. Un olor raro sentí que provenía del famoso líquido. Luego escuché que alguien le preguntaba:
¿Ya echaste la laca al cuadro?
¡Sí!, está listo.
Me sentía acartonado, tieso después de semejante cantidad de líquido que cayó sobre nosotros.
Y ahora qué venía, ¿Qué me pasaría junto a mi perro? Mmm... me alcé de hombros y me di a la tarea de esperar.
Sentí que un hombre nos colocó dentro de un marco. Bello, y sus ribetes parecían oro. Que orgulloso me sentí y hasta intenté darle unos traspiés a mi perro para que se diera cuenta, pero éste seguía mudo, sin ladrar y sin mover la cola.
Pasados dos días sentí que me envolvieron. ¡Me taparon los ojos! ¡Había movimiento! me cargaban y supuse que para alguna parte me llevaban.
Cuando me desenvolvieron, vi una gran sala, hermosa, sus pisos eran blancos y sus paredes iluminadas por unas lucecitas brillantes pero tenues sobre otras obras.
Un hombre martillaba la pared para luego dejarme colgado. Se marcharon y nos dejaron a mi perro y a mí ahí colgados. Llegó la noche y la soledad empezó a reinar. Intenté dormir al lado de mi perro.
¡Hey!, despierta, mira que nos quedamos dormidos!... mi perro trató de mover la cola, pero no pudo. ¡Pobrecito! pasmado al igual que yo.
Pasaron varios días, mucha gente nos miraba y en las noches igual: el sitio quieto, silencioso, entonces pensaba que de vez en cuando me podía descolgar de esa posición y quizás dormir sobre la baldosa blanca… Puras ilusiones porque no lo logré. Me pareció ver que los ojos de mi perro tenían un cierto tono de burla unas veces, y otras su cara era triste.
Durante esos días algunas personas decían:
— ¡Oh, qué bello!
Los niños miraban más al perro y los adultos hablaban ciertos términos que no entendíamos…
Se llegó el gran día en el cual una señora muy elegante dijo a mi creador: ¡Ya puedo llevarme mi cuadro, finalizó la exposición! Me alegré y creo que mi perro también.
Ya en nuestra nueva casa fuimos felices. Escuchamos hablar a la señora que orgullosa decía: “es la foto de mi marido Antonio el día que estaba junto a Bruno”.
¡Por fin supe que habíamos existido! Ya no había necesidad de más preguntas, ni más quejas. El amor que se desprendía de los ojos de nuestra dueña llenaba todo el vacío que sentíamos Bruno y yo.
Etelsaga, mayo 2010.

Gracias Nacho por tus palabras. Cuando uno pinta un cuadro siempre hay una historia detrás, es como si escribiese un cuento. Siempre el pintor está dejando un mensaje en su obra.
Es placentero para mí que te haya gustado.
Un beso

Gracias Ricardo, tu paso es grato para mi.
Un beso

Un relato muy original y cálido. Me encantó ese final, Ethel...
Beso.
Sil.

Concuerdo con que estamos frente a un texto ameno, de facil lectura que se disfruta del principio al fin

Gracias Mario, un placer verte por aquí!...
Un besito

Gracias Poe....