DESDE EL MIRADOR

¡CUÁNTAS VECES HE ADMIRADO
EL HERMOSO PAISAJE DE LA SIERRA
MADRILEÑA DESDE ESTE MIRADOR!



DESDE EL MIRADOR


Volví a Cercedilla por casualidad. Una antigua amiga de la infancia había llegado a España desde el otro lado del charco donde vivía en la actualidad en la ciudad de Méjico en compañía de la menor de sus hijas, para hacerme una de esas visitas de las que ya no sabes si será la última. El tiempo, los años, pasaban raudos por nuestras cabezas que blanqueaban a una velocidad no deseada pero inútil de combatir. Ambas nos habíamos quedado solas. Los hijos crecidos cada uno buscando el camino de sus vidas y nosotras dos con nuestra soledad que nos dolía cada vez un poquito más.
El ruido, el ajetreo continuo de la ciudad, nos agobiaba. Deseábamos hablar de recuerdos, cercanos y lejanos, de todas esas pausas que da la vida de vez en cuando para dejarnos deleitar con sucesos que, de alguna manera han alegrado nuestra existencia o, por lo menos, han llenado los corazones de ese regocijo amoroso y tranquilo que sólo se valora cuando ya el futuro deja de ser importante y el pasado es un tesoro a conservar en la mente porque es irrecuperable.
Aquella tarde, como siempre que nos reencontrábamos, hablamos de amores pasados, desde los alocados momentos amorosos de la juventud, hasta los más sosegados de nuestros últimos años.

-¿Y qué pasó con José? - me preguntó curiosa después de una sarta de recuerdos inconexos de vivencias de otros tiempos.

Me quedé pensativa. José había sido un amor de juventud que se frustró cuando ambos teníamos poco más de veinte años y después de una separación de más de treinta, los hados juguetones con los sentimientos humanos, habían cometido la travesura de reunirnos otra vez. Un día, por casualidad, en una festividad en la que debía acompañar a mi esposo, lo encontré en el lugar de la celebración. Ambos pertenecían a la misma profesión y los enredos del destino se divirtieron uniendo, de nuevo, nuestras vidas. Poco tiempo después enviudé de manera inesperada y este desenlace contribuyó a que los encuentros se hicieran más frecuentes. En un principio sólo nos unían, además de la amistad y simpatía mutuas, nuestros recuerdos comunes, pero pronto, percibí que aquel sentimiento se estaba transformando en un amor más fuerte y más sincero que el de nuestra juventud y como era un hombre casado con una familia bien construida, un estatus bastante alto y muy bien considerado en la sociedad que frecuentaba, llegamos por ambas partes a una decisión. No volveríamos a vernos. Debíamos renunciar a nuestros sentimientos por el bienestar de todos, incluidos nosotros mismos. Después de discutirlo y razonarlo, llegamos a la conclusión de que nunca seríamos felices con el conocimiento de que nuestra determinación, hacía desgraciados a otros: una esposa bondadosa y amante y unos hijos que no comprenderían la actitud del padre.
Durante aquellos hermosos meses de contacto amistoso, acostumbrábamos a acercarnos con el coche hasta Cercedilla, lugar que tanto él como yo admirábamos y en el que muchas veces habíamos disfrutado de caminatas y excursiones maravillosas por sus bosques. Nos gustaba dejar el coche en la carretera de la Fuenfría y desde allí subir caminando hasta el Mirador de Vicente Aleixandre y Luis Rosales desde donde se divisaba una maravillosa panorámica de Cercedilla, mientras charlábamos, cogiendo moras cuando era el tiempo, o escuchando el rumor de los riachuelos en los meses que ya el frío comenzaba a cubrir de escarcha los helechos y matorrales.
El mirador hacía poco tiempo que se había inaugurado y en las piedras acumuladas unas sobre otras que llevaban hasta el borde más alto desde donde se divisaba todo el paisaje, habían sido grabados poemas de ambos poetas que, al leerlos en aquellas cumbres, transportaban el espíritu hacia lugares nunca encontrados y sólo evocados en los ensueños más románticos. Allí, en una de las enormes piedras, descubrimos, un día, un buzón con una placa metálica en la que figuraba escrito:

"Debajo de esta piedra hay unos libros de Luis Rosales para que tu los puedas leer mientras estás en este Mirador. Disfruta con ellos al tiempo que contemplas el paisaje, ayudando a tu mirada con los ojos de Rosales y luego deja, por favor, estos libros donde los encontraste para que otros puedan también gozar con su lectura".

Aquella explicación nos emocionó y buscamos el libro que leímos durante todo el tiempo que estuvimos allí. Uno de los poemas que tanto a José como a mí, más nos gustó, fue el titulado: "CANCIÓN DEL RESUCITADO" y nos lo aprendimos de memoria para recitarlo cuando nos encontráramos alejados de aquel maravillosos lugar
.
El tiempo pasó y la decisión para dejar de vernos se reafirmó. Nos separamos sin rencor, sin lágrimas, sin lucha, de manera sosegada, con amor y razonamiento, pero nuestros corazones quedaron rotos en mil pedazos. Y así pasaron los días… los meses…

Poco antes de que viniera aquella antigua amiga que ahora me preguntaba por él, fui hasta el mirador con uno de mis hijos y mientras él tomaba fotos de la panorámica, yo recordaba aquellos momentos pasados, inolvidables. Me acerqué al lugar donde estaba el libro de Rosales pero fue inútil la búsqueda, había desaparecido. En su lugar alguien había dejado un cuaderno con la indicación de que quien llegara hasta allí, dejara escrito un párrafo, un verso o poema como recuerdo.
Yo, no sé por qué, se me ocurrió escribir el poema "Canción del resucitado" pero después de las dos primeras estrofas, mi mente se quedó en blanco y, sin finalizar el poema sólo se me ocurrió poner la fecha y mi nombre.

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Aquella mañana luminosa de septiembre, un día antes de emprender su vuelta hacia Méjico, mi amiga Rosa y yo nos dirigimos en el coche hacia Cercedilla. Mientras conducía le fui explicando los espléndidos días pasados con José por aquellos hermosos caminos y al llegar al final de la carretera, aparcamos el coche. Ayudadas de unos bastones de montañero, emprendimos la marcha, unas veces en silencio cada cual con sus recuerdos y otras en conversación amena de dulces evocaciones y añoranzas, hasta llegar al mirador donde descansamos del largo camino. Después de explicarle la historia de los libros del poeta, la llevé hasta la piedra donde estaban ocultos. Abrí el buzón y saqué el cuaderno donde pudimos leer hermosas frases que otros caminantes habían dejado como recuerdo y mientras lo hojeaba, encontré las dos estrofas del poema "Canción del resucitado" del poeta Luis Rosales que yo escribí un tiempo atrás y que había quedado sin finalizar.

"Dios te conserve las alas
si tienes puestos los ojos
en la memoria del agua,

que también pasa el olvido,
como los álamos pasan
en la corriente del río;


Debajo de ella, con una fecha de dos días después de mi visita y firmado por José, pude leer la última estrofa del poema:

"...sólo resucitarás
si el agua donde te miras
nunca deja de pasar"

No he vuelto a saber de él. El Mirador de los Poetas de Cercedilla, ha quedado en el recuerdo más profundo de mi corazón. Nunca volveré. No quiero... No puedo...

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Los libros han existido, supongo que seguirán existiendo
no lo sé. Hace mucho tiempo que no he vuelto por allí.
LA AUTORA.

















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Me ha resultado delicioso el leer tus palabras cargadas de nostalgia y recuerdos con una gran carga de generosidad por "vuestra" parte,que conmueve!.
Los miradores de la Sierra de Madrid,son lugares impresionantes donde pararse a contemplar la belleza del paisaje y del lugar...tan bonito!
La proxima vez que vaya,ten por seguro que miraré ,por si siguen esos libros,ó los cuadernos con las palabras anónimas de las personas que por allí van...
Voy bastante a menudo caminando por la Sierra de Madrid,desde ahora me fijaré si veo ése tu mirador de Luis Rosales Xanino,que tantos recuerdos y tan intensos te tráe a la memoria.

¡¡Abrazos de flores multicolores!!

Búscalo, no te defraudará. Está al fina del camino de la Fuenfría, donde ya no están permitidos los vehículos, es un camino largo pero merece la pena, si te gusta caminar. La vista es magnífica. Se ve toda Cercedilla y Navacerrada. A la izquierda, el pico de la "Maliciosa" y busca los libros, no sé si estarán los antiguos. Me han dicho que algunos desaprensivos los hicieron desaparecer ¡vete a saber! Hay gente para todo, ya sabes. Pero si encuentras alguno, deja una frase, un recuerdo, unas palabras, un poema. En aquellas alturas siempre surge la inspiración. Un abrazo, amiga.

QUE LINDO RELATO, MELANCOLICO,PERO QUE ME HIZO LLEGAR HASTA ESE MIRADOR, ME GUSTO MUCHO ,Y SOBRE TODO LO DIFRUTE

Gracias Mateo, me alegro de que te haya gustado el relatito. Un abrazo.

Muchas gracias amigo Nomade por tu comentario que me halaga. Me alegro mucho de que te haya gustado mi relato. Un beso.

Algunas veces -o una inmensa mayoría- la belleza de la naturaleza nos inspira para escribir hermosas palabras, a los poetas sus poemas a los que escribimos prosa, historias que procuramos adornar con bonitas frases.
Gracias por leer este relato imaginado en tantos viajes y paseos deliciosos por la Sierra madrileña. Me alegro de que te haya gustado. Un beso.

Es un relato precioso, que terminé leyéndolo con lágrimas.

¿Que se yo? quizás sea la andropausia que me este jugando una mala pasada o quizás sea la vida misma que se refleja en tus letras y me sienta identificado. De todas maneras me llegó al alma. Gracias.

Muy buen relato, romantico si, enternecedor .
Logras conmover al quien lo lee.

UN hermoso relato Xanino, una historia de amor que emociona, que deleita, que te lleva a viajar por esos paisajes y que como bien te han dicho, hacen estar en ese mirador, leyendo esos libros y evocando sus propios recuerdos. Muy bien relatado, con frases imponentes, que me han gustado, como por ejemplo,"...han llenado los corazones de ese regocijo amoroso y tranquilo que sólo se valora cuando ya el futuro deja de ser importante y el pasado es un tesoro a conservar en la mente porque es irrecuperable."
que muestran mucho de sabiduría amiga...

Un abrazo,

Ignacio

Gracias amigos.
A tí, Ricardo César Garay, espero que las lágrimas no tengan nada que ver con tu andropausia (?) sino que las hayas vertido emocionado por el contenido del relato, mejor o peor escrito por mí. Aunque sean lágrimas, este sentmiento que ha despertado en tí mi escrito me enorgullece porque es lo que siempre pretendo cuando escribo, llegar a emocionar al lector, hacer vibrar su corazón. Gracias amigo por leerlo, por tus lágrimas y tus palabras. Un abrazo.

A tí, amigo ciudadano del mundo, gracias también por tus hermosas palabras y por detener tu atención en esa lectura.

Y a tí amigo Nachito, muy agradecida, ¡cómo no! por poner tu atención en frases en las que yo apenas he reflexionado porque han surgido del sentiiento de aquellos momentos en los que estaba escribiendo.

Un abrazo muy fuerte a todos vosotros. ¡Gracias!

Gracias Jaime, amigo.Como siempre yo también quedo agradecida por tus halagadoras palabras. Un abrazo.

una historia bien narrada, que muestra lugares y amores.
Felicitaciones por esta historia que vivi intensamente

Agradezco profundamente tus palabras. Gracias por leerlo. Un abrazo.