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 FABULAS DE LOS ESTUDIANTES- NOVELA (entrega dieciseís)

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Alejandra Correas Vázquez
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Alejandra Correas Vázquez


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MensajeTema: FABULAS DE LOS ESTUDIANTES- NOVELA (entrega dieciseís)   FABULAS DE LOS ESTUDIANTES- NOVELA (entrega dieciseís) Icon_minitimeDom Sep 06, 2020 10:36 am

FABULAS DE LOS ESTUDIANTES
...................
NOVELA
............
por Alejandra Correas Vázquez
......................................


FÁBULA  DIECISEÍS
.......................

UNA  VISITA  INESPERADA  
..........................................


La actividad febril ciudadana había dejado atrás la siesta. El tráfico de la calle aumentaba. Algunos chiquilines cruzaban desordenadamente y temerarios, entre los autos. Un niño pequeño se detuvo en la puerta del taller, mientras abría un caramelo.
 
—“¿Cómo te llamas?”— le preguntó Luz con sonrisa alegre

—“Tito”

—“Muy bonito ¿Cuántos años tienes?”

El nene le mostró con la mano cuatro deditos. A su lado una dama joven y elegante miró con afecto a Luz, como toda mamá que siente gusto al ver que su criatura es bien atendida. Pero el pequeño entró de improviso en el taller y comenzó a tocar las herramientas, cual si fuesen juguetes.

—“¡Vamos Ernestito!”— le dijo la madre —“No molestes. Ustedes disculpen”

Y tomándolo de la manito se alejó con él del lugar. El gurí saludó con su bracito en alto, mientras lo llevaban. Luz miró su reloj-pulsera, constató la hora, pero siguió sentada en aquel asiento.

—“Creo que voy a ir hasta ese bar de la esquina para tomar un café”— comentó ella luego

—“No hace falta. Abriendo esa puerta del fondo tengo una pequeña cocina. Allí hay un calentador eléctrico, una pava, una jarro grande, café, azúcar y unas tazas”— le indicó él

—“¡Todo completo!”— exclamó Luz y se levantó en esa dirección —“Prepararé café para los dos”

Abrió  la puerta que le señalaran y buscó el botón de luz. Luego divisó una ventana y ella apartó los postigos. Daba a un patio de tierra que mantenía los árboles todavía desnudos.

—“Sin duda les llega poco sol, entre las construcciones vecinas”— pensó para sí  

Recogió los elementos de la mesa para hacer café. Una segunda puerta comunicaba con un bañito donde se lavó las manos y llenó la pava con agua, hasta la mitad. Cuando ésta hirvió arrojó el líquido espumante sobre el jarro donde había colocado cuatro cucharadas de café. Buscó el colador y llenó las tazas que eran de tamaña mediando.

—“Ramiro”— le dijo asomándose —“Ya lo tengo listo... ¿Llevo el café para allá o vienes para aquí?”

—“Sí, aquí vengo. Voy a lavarme las manos”

Después de unos momentos estaban ambos sentados frente a las dos tazas. En un paquete él tenía guardados bizcochos criollitos, salados, que combinaban bien con el gusto del café dulce.

—“Está sabroso el café, como emanación de tus manos”— le dijo él algo inspirado

—“¡Es una alabanza poética! El café es tuyo”

—“Es porque yo creo, que el elemento primario se expresa según quién lo maneje. A tu lado se percibe una ternura escondida, junto a tu juventud solitaria.  Como la de todos nosotros. No importa, ya nos hallaremos en el seno de una habitación tibia, pero marcada por el destino” — continuó sorbiendo el café

—“Es decir, que tus motos y engranajes tienen el mismo toque de arte que hallas en esta taza de café”— expresó sorprendida ella

—“Eso mismo. Yo hago arte con mis pinzas. Creo piezas que no están en venta, las invento. Y luego las motos y motonetas corren veloces”

—“¿Hay algo escondido? ¿Algún secreto en el interior de las personas?”

—“Sí Luz, eso creo. Muchas veces te veo en nuestra vieja casa, muy sola, y quisiera ser el hombre que pudiera acompañarte”

Terminaron de sorber el café y los criollitos comenzaban a acabarse. Ambos estaban a gusto con aquel servicio de bar, casero y familiar. Luego Ramiro continuó:

—“En cuanto a mi persona en sí, mi propia lucha me brinda pese a su dolor, un calor interno que me cobija dentro de mi soledad. Creo que eso es lo que te falta para no aislarte”

Luz comenzó a sentirse incómoda. Movióse del asiento y fue levantando las tazas. Se había sentido gustosa oyendo las confidencias de Ramiro, pero no quería que él escudriñase en su interior. Por ello le dijo:

—“Entonces piensas que yo necesitaría un centro de lucha. Más vale que me observes en el principio de una construcción. Recién comienzo. No tengo enemigos ni quiero adquirirlos, la lucha los trae”

—“Es verdad, pero estás muy sola. Sin embargo tu esencia es la de una mujer que amará mucho. Y yo desearía ser amado. Entonces siento una inclinación por acercarme y permanecer a tu lado. Pues cuando ambos hablamos el aire se me vuelve tibio, siento a tu lado una amistad serena que me hace sentirme más seguro de mí mismo. Y esto en sí, es lo que me impide buscarte como mujer”

—“¿Por qué?”— le preguntó Luz con coquetería

—“Por eso mismo. Porque nuestro diálogo nos nutre aunque se transforme en un monólogo mío. No te doy nada y en tu interior sólo aspiras a mi amistad por ella misma”

—“Es que soy la amiga de Andrea, tu novia, no lo olvides”

—“Puedo ver que tus ojos de mujer no me han buscado nunca, y la soledad de nuestro deambular juvenil nos impone aceptar las manos que se nos tienden. En mi caso las de Andrea. El destino se percibe. Llama. Aunque no nos ofrezcan ningún calor verdadero. Solamente por caminar acompañados durante algunas cuadras”

—“¡Es injusto lo que dices! Andrea es algo más, en tus sentimientos”

—“O costumbre... Somos juventudes solitarias que nos ofrecemos uno a la otra. Y quizás no haya más. Esto hace que la amistad sea más valiosa”

Luz quedó callada, olvidando su coqueteo anterior. Valoró ese último concepto de Ramiro, como un objeto brillante, una joya emocional. Pero él continuó:

—“Puedo estar casi seguro de que no me rechazarías, pero habríamos perdido esta amistad sincera, y el apoyo emocional que me llega de ella. Te tengo un afecto hondo, Luz, pero como hombre sólo podría ofrecerte una aventura. Luego ella pasa pronto y me quedaría muy solo”

—“Queda más café ¿Quieres otra taza?”— le interrumpió ella nerviosa por los razonamientos de él —“Te la sirvo. Aunque te sentaría mejor una taza de té. Has hablado mucho Ramiro. El té descansa”

—“¿Quieres que me calle, verdad? Pues bien, ya lo haré... pero voy a terminar mi pensamiento. La convivencia en la misma casa nos impone a ambos, cierta disciplina. Y muchas veces viendo la dulzura de tus ojos lo lamento. Pero es que no deseo que más adelante, en nuestro cruce diario, nos veamos impelidos a ignorarnos. Deseo ser el camarada de siempre que busca con necesidad tu diálogo, como un manantial de agua deliciosa”

Se oyó un golpe de manos y Ramiro tuvo que levantarse para atender a su cliente. Luz limpió la cocinita. Ella pudo escuchar que el recién llegado traíale una motoneta, mal arreglada por otro técnico. Representaba, reparar lo que había sido antes mal reparado. Cuando otra vez quedaron solos, ella comentóle:

—“Un nuevo cliente ¿Es otro aspecto de tu labor un pasaje de mano sobre el trabajo de los otros?”— Luz lo miró intrigada con sus ojos agudos

—“¡Muy importante para mi taller! Pues mejora mi prestigio al ser recomendado”

—“Y el dinero todo lo justifica”

—“Amiga mía, es una comprensión sobre la sociedad que nos rodea. Aprendí luego de varias decepciones que los transeúntes y las mesas se movían bajo el roce de las monedas. Y lo he aceptado de manera natural. Si su energía me es necesaria, la encontraré en su mismo centro ¿O sería preferible colocar un diploma como mostrador de comerciante? Al menos compensaría a mi padre, aunque ello no me trajese clientes. No sabes cuánto temen a los diplomados en este oficio de taller”

—“No te he dicho nada de eso Ramiro. Están llamando de nuevo ¡Vamos!”  

—“Sí... ¡Ya voy!”— salió con rapidez

Luz dirigióse a la ventana para contemplar aquel patio de árboles sin hojas. Ramiro regresó a la cocinita luego de vender algunos respuestos que le solicitaron. Al verla contemplando ese paisaje desnudo, quedó pensativo.

—“La naturaleza lucha vanamente entre las jaulas de cemento”— le comentó él
 
—“Sí, pero mira más allá, junto a aquella pared crece un rosal y luce un pimpollo amarillo”— le respondió Luz —“¿Lo vez?”

—“Sí”— dijo Ramiro con suavidad

Ella sintió su voz vibrando atrás suyo. La frente de él apoyada sobre su cabeza. Sus labios rozando sus cabellos, como una suavísima brisa. Luz se volvió para mirarlo con dulzura. Estaban muy cerca.

—“Ramiro”— le dijo con sinceridad —“No te vuelvas contra tus propias palabras. Contra tu ser. Expusiste una verdad y los dos sabemos que volveríamos después con las manos vacías. Más solos aún”

—“...Sí... es cierto, perdona. Fue un chispazo de alucinación. Y un poco de emoción de varón”

Pasó suavemente su mano por la mejilla de ella, pero Luz detuvo esa caricia. Luego el muchacho fue a sentarse en una silla quedándose callado y pensativo. Ella cerró los postigos, pues comenzaba a caer la tarde. Después se sentó frente a él con la mirada triste, cruzando los brazos sobre la mesa. Ramiro le sonrió con ironía.

—“Bueno, verdad es que no te encuentras demasiado sola en nuestra casa, pues tienes buena compañía entre nosotros los primos. Aunque si yo hubiera sido el depositario de tu primera mirada, habría sabido brindarte algo más. Quizás un amor pleno. Cierto es que el destino nos habla por instinto”

—¿Qué quieres decir? ...soy la misma con todos ustedes”— aseguró ella

—“¿De verdad? Algo me dice lo contrario. Por lo menos estoy seguro de saber, quién ha puesto sus ojos en los tuyos”

Luz reaccionó con ojos de temor. Luego irguióse increpándolo con disgusto.

—“¡Invenciones tuyas!”

—“No lo son niña, pero no demorarás mucho en saberlo, para admitirlo o rechazarlo”— insistió el muchacho

—“Ramiro debes que callarte un poco, pues hay una mujer que te aguarda: Andrea. Ella es más formada que yo, y más segura de sí. Pero el orgullo mutuo los aleja mutuamente”— Luz lo miró con serenidad

—“Es cierto. Y yo también llevo esperándola hace varios días. Pero no viene. Paso días en este taller trabajando con mis herramientas, frente a estas mismas tazas, y cuando una dama me hace compañía durante una tarde entera ... No ha sido ella”— la miró en forma doliente

—“Y ésa es por cierto la misma queja de ella ¿No pueden acercarse por ustedes mismos? Siempre necesitan que alguien los allegue”

Ramiro puso en ella de nuevo sus ojos insistentes, y volvió a su inclinación de muchacho conquistador:

—“Luz... creo que en esos instantes de recién, frente a la ventana, fueron los únicos en que no te he sido indiferente. Pero tuviste miedo. Apelaste a lo único que podía apartarme como una ráfaga de hielo: ¡mis propios pensamientos!”

—“No Ramiro, te hablé de aquello en que los dos creemos”

—“Pero no de lo que en ese instante sentías. Tu mirada me hablaba de ternura ¿Quieres darme la mano?”

—“En otro momento”— defendióse Luz

—“Bueno, mejor que no, ya pasó. Mis pensamientos me acompañan, ellos son mi energía y mi tortura. De pronto me he sentido solo como varón, aunque sonrisas fugases de damiselas no me han faltado nunca. Es cierto, hay un amor posible con Andrea, pero que no termina de gestarse. Y ahora a mi frente sólo tengo una amiga que rechazó mis brazos. Mi historia comenzó hace poco y su entrada no es nada promisoria”

Aquel recuento de Ramiro puso incómoda a Luz, sintiéndose presionada. Pero el muchacho hallábase satisfecho de su síntesis.

—“¡Vuelves a tus ironías!”— le dijo ella con algo de violencia —“Y a más me reprochas aquello  mismo que hemos dialogado antes con serenidad ...¿Qué lograríamos con esta pequeña aventura?... Pero no me enojo pues veo dentro tuyo un hombre lucha, pero que lleva escondido a un niño muy triste”

—“¿Me ves como a un niño? Pues bien Luz, ambos lo somos”

Ella volvió sobre sí misma, sintiéndose segura de haber dado en un lugar preciso. Entonces insistió:

—“Aunque te sientas un niño abandonado, has encontrado en Andrea a una mujer que puede entregarte su calor. Vibrarás a su lado. Es un alma que te aguarda. Pero deben ambos salir al camino para buscarse, y no vivir encerrados en cada interior”

—“Ella también debe buscarme. Demostrármelo alguna vez”

—“Ramiro, te hace mal este encierro, no basta con que trabajes hasta el anochecer. Tu camino sin amor estará vacío. Te envolverán en forma continua los viejos recuerdos impidiéndote vivir el presente. La naturaleza ha determinado dos partes diferentes, mujer y hombre, para que al unirse den un fruto homogéneo, ningún otro afecto lo suplantará mejor”

—“Nunca los tuve Luz, ya te lo dije”

Luego quedaron en silencio.

 —“Vuelvo a casa”— comentó ella —“No me es de urgencia comprar nada para la escuela, y el atardecer estará frío”

Luz parecía fatigada. Comenzaba a levantarse cuando se oyeron unos pasos, y se dibujó la figura de Andrea en la puerta. Ramiro sorprendido dilató sus pupilas amarillas.

—“¡Bueno! ...Quizás llegué demasiado de improviso”— dijo la recién venida con voz casi áspera

Luz la saludó algo turbada, pero con un beso afectuoso. Andrea estaba rígida. Ramiro no se movía de la silla, abría los ojos muy grandes como un niño, sin saludar a la una ni despedir a la otra.

La noche comenzaba a cubrir la ciudad


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