A C U A R E L A S A R G E N T I N A S
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Estos relatos y anécdotas aquí expuestos, como acuarelas pintadas con grafismos de la lengua castellana, son creíbles porque existieron. Conservan la memoria de un tiempo ido, situaciones que fueron reales, fragmentos aislados de vidas entre personajes coloniales, lo que constituye un fresco más que un escenario.
Su mundo cotidiano está enmarcado por una atmósfera de época, en aquella comunidad colonial y elegante, pero a la par muy campesina y aislada en su territorio. Figuras que existieron y cohabitaron dentro de una Merced Real del cono sur sudamericano. O sea el escenario donde se originó la historia viva de los sudamericanos.
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Acuarelas de época, cuyos intérpretes van presentándose como invitados a una recreación de tiempo, para devolverlos a la vida. Esta novela ha sido preparada con un tratamiento atemporal. El argumento comienza por el final y vuelve a cerrarse en el mismo punto. Jugando por tanto con el presente y el pasado, en un escenario amplio a medida que van sucediéndose los capítulos. El conjunto dispone de un espacio-tiempo propio, donde se explayan los hechos con la libertad de los relatos reales novelados.
La ubicación geográfica se halla en la gran Provincia del Tucumán de épocas coloniales, espacio que comprende a cinco provincias argentinas de hoy. Una de ellas Córdoba. Su tiempo histórico es el reinado de la Casa de Austria, correspondiente al apogeo Jesuítico y bajo la jurisdicción del Virreinato del Perú.
Las Mercedes Reales fueron llamadas “Alodios” en tierra europea, y los Encomenderos del Rey, eran los denominados Vasallos del Rey, quien les entregaba tierras en administración. El licenciado en historia cordobés Jorge Grossi indica que debido a que el descubrimiento de América se produjo en la Edad Media, todas sus instituciones se trasladaron a tierra americana en el tiempo colonial español. Suspendido el vínculo con España, el Encomendero será Estanciero y la Merced, una Estancia.
Pasado el episodio de catástrofe y locura de una conquista maligna y alucinante sobre la tierra americana, que ha recibido el nombre de “leyenda negra”, comenzó un nuevo capítulo humano. Fue a partir de Felipe II cuando este nuevo rey dio por finalizada la etapa de conquista y comenzó el período de las fundaciones. Nacieron las ciudades que el devenir transformaría en grandes urbes, las Universidades jesuíticas creadas para los nuevos habitantes, y las importantes Misiones Jesuíticas. Es en ese momento cuando comienzan a surgir en el gran territorio del Cono Sur sudamericano, las Mercedes Reales.
Estos súbditos de ultramar, expandiéndose hacia latitudes inimaginables —adonde el hombre perdía su vista en el horizonte— desarrollaron uno de los pocos siglos románticos, vividos en paz, de la historia universal. Mientras Europa se desangraba en guerras tribales, locales, nacionales e internacionales... la España Colonial Americana dejaba correr por sus trópicos un afluente de vida continuada, sin guerras y sin lamentaciones.
De sangre ibérica en sus diversas etnias, hispana y lusitana, con distintas lenguas. Más otros súbditos de la corona Habsburgo provenientes de Flandes y Nápoles. Sumado a ellos el abundante aporte aborigen y la incorporación de esclavos angolas. Todos juntos conformaron una comunidad productiva y coexistente, rica en hidalguía y romanticismo, que vivió en armonía durante más de dos siglos, en contraste con la restante historia del planeta.
Convivieron en un tiempo especial, como fue el apogeo de la Casa de Austria. Al evocarlos , quiero transmitir algo de aquella Utopía aristocrática y pastoril, donde el ser humano alejado en este cono sur sudamericano de las contingencias cruentas, conoció una especie de Aureum Otium durante el venturoso período hispanocolonial. Fue un prolongado pasado, de un escenario de paz y trabajo, donde el mundo moderno debería dirigir su mirada para contemplar, uno de los mejores momentos dentro de la trágica historia del hombre.
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Alejandra Correas Vázquez