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 Historia de un Detective (21)

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Jaime Olate
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MensajeTema: Historia de un Detective (21)   Historia de un Detective (21) Icon_minitimeJue Dic 15, 2016 9:56 pm

El Gran “Chico” Alexis Guzmán, un Detective de Gran Capacidad.


Es común que en las unidades policiales se trasladen funcionarios, tanto se van como otros llegan; había varias razones valederas para estos traslados, entre ellas uno mismo podía pedir irse a otra ciudad por comodidad de estudios de los hijos, o para evitar seguir peleando con el Jefe, funcionarios o de los propios ciudadanos, o simplemente por castigo. De modo que en unos meses ya se habían ido a otras ciudades un par de “ratis” y casualmente llegaron Detectives más nuevos que yo; de nuevo las bromas de los más antiguos “¡Ajá, coleguita, ya tiene a quien mandar!”.
Ciertamente nunca tuve aires de “mandamás”, menos de Jefe “Negrero”. El Comisario se dio cuenta que no se me subió a la cabeza el tener subalternos, más bien los traté como amigos.

Sucedieron una serie de denuncias por pequeñeces y debí concurrir a los sitios de suceso con uno de los nuevos Detectives. Imposible olvidar a mi querido compañero de grandes aventuras, Alexis Guzmán, (es su nombre) al que apodamos “Chico” Guzmán, algo más bajo que yo; resultó ser un muchacho alegre, simpático, bueno para las “tallas” (bromas, chistes) y, sobre todo muy valiente y prudente. En buenas cuentas el funcionario ideal para un Comisario Jefe y también como compañero.

Había sido trasladado a Coronel, lugar donde llegaban los castigados, por haberse defendido de un idiota de enorme tamaño que lo quiso agredir en estado de ebriedad y el “Chico” lo mandó al hospital. Aparentaba fragilidad, pero nos demostró que se podía “agarrar a combos con cualquier minero y sacarles la cresta”, sin grandes dificultades.
Cuando yo estaba retirado y llevaba varios años sin trabajar, uno de mis exsubalternos me dio una feliz noticia, Alexis también fue su Comisario Jefe en la isla grande de Chiloé. Merecía eso y mucho más, por su gran capacidad, valor e inteligencia.

Nuestro Jefe nos mandó a practicar indagaciones en la Población Los Rojas, camino a Schwager, donde vivían mineros, pescadores y marinos. Fuimos en un destartalado microbús de pasajeros, pues, aunque en la historia que relaté y llamé “El Viejo Capitán Maravilla”, escribí que llegamos en “la patrullera”, lo puse así porque me dio vergüenza decir que la pobreza franciscana de Investigaciones no permitía que contáramos con tan vital vehículo, no teníamos ni linternas siquiera, por lo que nos alumbrábamos con velas o diarios encendidos. Sé que parece una mentira o exageración, sólo cuento la verdad del misérrimo estado económico y abandono de un servicio que necesitaba funcionarios sacrificados y entregados a una misión poco comprendida.
Después de los hechos que ocurrieron con el anciano chiflado que creía ser el mítico Capitán Maravilla, con Alexis fuimos grandes compañeros de correrías y de balaceras, donde los salvajes habitantes de mi ciudad nos aplaudían y pedían que matáramos a los delincuentes que perseguíamos. Eso habría sido un asesinato, ya que no nos atacaban con armas de fuego, por lo tanto, no se daba la condición de LEGÍTIMA DEFENSA (lenguaje correcto en el Código Penal), o defensa propia como se conoce popularmente repeler la acción de un agresor.

Mi querido compañero “Chico” Guzmán, con sus miles de aventuras muchas de las cuales fui testigo y compañero, era muy modesto, pero también muy burlón con los novatos que provenían de una familia acomodada económicamente y se jactaban de ello, pues posteriormente supe que él también se había criado en una finca o fundo de sus padres en el sur de Chile. Recuerdo como se burló de un novato jactancioso que decía tener una caballar fino, la yegua “Palta “, y la rabia que le dio cuando le comentó “¡Qué yegua fina ni que ná … cua cua cuando se trata de una burra!”. Hablaba así, porque se le atascaba el carro, es decir era tartamudo.
Las risotadas de todos nosotros fueron por su peculiar forma de hablar, pero más por su simpatía que era tanta que nos reímos del jactancioso supuestamente dueño de yegua tan fina, quien le contestó agriamente por su ironía. Seguimos riendo por la evidente rabia del económicamente acomodado que basaba toda su capacidad en la fortuna de sus padres; sobra decir que, llegado los cinco años obligados a permanecer en la institución, se retiró para trabajar en una oficina de una empresa particular.


Ya iré recordando hechos de tan gran Detective y tremendo amigo. Siempre alegre, pero inteligente para evitar problemas y saber vivir. Tuve la suerte de conocer a tantos buenos sabuesos que llegaron a ser Jefes; correctos, caballerosos, inteligentes que no tenían necesidad de usar el tuteo y frases groseras que humillan al personal subalterno. Quedó muy en claro la escasa capacidad de ciertos Jefes faltos de personalidad para estar al mando de un grupo de guerreros que luchan contra la delincuencia.


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