Las piezas de cristal

Ana es mi alumna desde hace un tiempo. Es creativa y tenaz, aunque un poco rebelde. Acostumbra hacer su propia interpretación de mis indicaciones. Cuando planteé este trabajo, di a mis estudiantes total libertad para escoger los materiales a emplear. Debían crear objetos que sugirieran un todo.
Esperaba que emplearan madera, cerámica fría, cartón, hasta tela.
Esa tarde Ana me llamó para invitarme a su casa. Quería mostrarme su trabajo. Dijo que los objetos que había construido eran muy delicados como para trasladarlos, pero quería mi opinión.
No acostumbro ir a la casa de mis alumnos, pero tenía curiosidad.
A ver con qué se descuelga este personaje, pensé.
Llegué a la dirección que me indicara y encontré una casa antigua, hecha con materiales nobles. No sé por qué no la imaginaba en una casa diferente, tal vez por su forma de arreglarse, clásica, casi atemporal.
Ana se mostraba complacida de que hubiera aceptado la invitación. Me ofreció un té de jazmín
̶ Tal vez después. Quiero ver tu trabajo –le dije.
Ella estaba un poco nerviosa. Me condujo a una habitación grande, de techo alto y piso de madera. Los muebles eran antiguos, pero escasos: un armario, un escritorio con su sillón y poco más. A través de una ventana que daba al fondo de la casa, la fronda de los árboles filtraba la luz de la tarde que decaía.
Noté que sobre el armario había una pieza de vidrio que reproducía un sobrero de copa. Su superficie reflejaba esa luz mágica como un espejo.
Abrió ese mismo armario y, con el cuidado con que se levanta un bebé de su cuna, extrajo una pieza de vidrio de color rojo vivo. Era un zapato de punta redondeada. Hasta tenía lengüeta. El material elegido era un desafío en sí mismo.
Su diseño es caricaturesco, me recuerda a esos zapatos abandonados que aparecen en los jardines de los cuentos para niño, donde germinan semillas o sirven de albergue a animalitos. Parece un zapato de payaso, pero sin la típica punta alargada, pensé.
̶ ¿Donde hiciste esta pieza?
̶ En una vidriería que fabrica termos. Tengo un amigo que trabaja allí y me enseñó la técnica de soplado y moldeado del vidrio -contestó con un dejo de orgullo.
Imaginé las veces que habría ensayado hasta lograr una figura de esa complejidad. Debió haber fundido la masa de vidrio una y otra vez hasta lograr la figura que la conformara.
La pieza tenía un brillo que invitaba a tocarla, la levanté de la mesa. Era suave al tacto pero fría, agradable a la vista y hasta al oído, como lo comprobé al tañerla. Logró imprimirle sensualidad, sus formas eran redondeadas, femeninas.
Volví a depositarla con cuidado sobre el escritorio. Ana seguía mis movimientos con aprensión.
̶ ¿Y esta? -le pregunté, señalándole el sombrero.
̶ Ah, forma parte del conjunto ¿quiere verlo?
̶ Por supuesto.
Lo bajó de su sitio con desgano y lo colocó junto al zapato rojo.
̶ Está muy bien -le dije tomándolo entre mis manos y girándolo.
̶ ¿No le gusta más el zapato?- preguntó extrañada.
̶ Ambos componen la obra, ¿no es así?
̶ Sí, pero estoy más satisfecha de lo logrado con el zapato.
̶ Bueno, eso es algo subjetivo… lo hiciste porque era necesario para formar un todo, ¿has pensado en el motivo de tu rechazo?
̶ No, es que me gustó mucho como quedó el zapato ¿Y bien, que le sugiere el conjunto?
̶ El carnaval -contesté sin pensarlo mucho.
El rostro de Ana se transfiguró, mezcla de incredulidad y desilusión.
̶ ¿No era esa tu intención?
̶ No, pero dejémoslo así. Es evidente que no logré expresarme –contestó en tono cortante.
̶ A ver, explícame, por favor.
̶ Trataré de explicarle, aunque la obra debería hacerse entender sin necesidad de palabras –dijo mientras se sentaba en el borde de la mesa de escritorio.
Respiró hondo antes de comenzar a hablar.
̶ El hecho de que haya un solo zapato traduce una situación fragmentada, inconclusa. El par es un fantasma que tal vez no llegue a concretarse. El rojo simboliza una fuerza maligna que se apodera de los que caen presa de su vanidad y los destruye, como en el cuento de las zapatillas rojas. Tal vez por eso hice uno sólo y de cristal… para que no tuviera el poder de adueñarse de la voluntad.
̶ ¿Y el sombrero?
̶ Es un componente de carácter masculino. Comparte las propiedades del zapato en cuanto al material, con un diseño más simple y un color menos vistoso. Un sombrero de copa negro sugiere solemnidad. Ambos son elementos de protección, nada menos que de los pies y la cabeza. Para dejar establecido que nada puede resguardarnos del dolor, los hice de un material frágil.
̶ Entonces, ¿cuál sería el todo?
̶ No tomarse la vida tan en serio, pero sin correr el riesgo de caer en la superficialidad. Tal vez convenga agregar un toque de magia a la vida cotidiana.
No volvió a ofrecerme la taza de té, así que me despedí y la dejé sola con su obra.

Gracias, Any querida. Siempre tu comentario certero y dulce a la vez. Abrazo, bendiciones.

Lindo relato. Me llama la atención cómo puede una alumna pensar en un todo tan especial, con dos elementos pudo analizar tantas cosas que yo no descubrí hasta que ella lo explicó. Evidentemente es muy libre, observadora y se quiere destacar. Me gustó.
gracias por compartir.
Nilda Sena

Gracias, Nilda. Creo que no es fácil descifrar el "todo" del conjunto -no lo hizo la profesora- justamente por ser tan personal, tan íntimo de la alumna. Creo que la creación de estas piezas forma parte de una catársis. Abrazo, ada.