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 Los Zapatos

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Françesc
USUARIO BANEADO POR INCUMPLIMIENTO DE LAS NORMAS BÁSICAS DE CONVIVENCIA



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MensajeTema: Los Zapatos   Los Zapatos Icon_minitimeSáb Dic 22, 2012 5:26 pm



LOS ZAPATOS

Discutían tres compañeros, oficinistas de la N.A.S.A., y decía uno que…

-Yo creo que el espacio que hay entre tú y yo, donde corre el aire, no es el mismo que el espacio espacial, y en ese espacio no hay distancias.

-Pero… ¿cómo va a ser eso posible? –dijo el tercero.-

-¿Y los tropecientos mil zapatos que hay desde la Tierra a un planeta o satélite?, ¿y la nave, que recorre otros tantos tropecientos mil zapatos la hora, o ¡el segundo!? A eso, ¿cómo le llamarías?

En esto que entró el director del departamento, y dijo:

-A eso se le llama incompetencia, que les di dos horas para entregarme el informe sobre la gestión manifiesta, y llevo esperando desde hace media hora.

Contestó uno de ellos, diciendo que esa observación les daba la razón.

-Con esa contestación me da usted qué pensar, pues hizo un viaje súper lumínico para informarnos. Ya nos dio dos horas y desde hace media que está esperando… ¡Bienvenido al futuro!

-No será pasado –replicó otro que había allí sentado, al que llamaban “el marica”-. Pero no hicieron caso.

Entró a la discusión el dicho director, y enzarzáronse de tal manera, que ya convencido dijo éste:

-¡Mis zapatos!, ¿quién se pondrá ahora mis zapatos?... y ¡mis natillas! (quiso decir plantillas, pero estaba muy nervioso). ¿No podría ir a recogerlas?, nunca más las usaré…

-Imposible –respondió uno de ellos-, pero qué más da… tantas cosas habrán que ya no podamos usar, ni probar.

Se quedaron todos mirándose, y después miraron al de enfrente, que permanecía sentado, sin inmutarse, sonriendo y con un extraño parpadeo.

-¡Socorroooo! –dijeron todos al unísono-… Y se lanzaron al espacio sin distancia alguna.

Desde entonces navega un marica solo que dice llamarse dios; pero yo sé que no es verdad, porque dios sólo hay uno, y ése… Entre los otros dos y yo no hay distancia, porque soy la Santísima Trinidad, y quien navega por el espacio, aunque marica, a la Tierra regresó y se encontró con su pasado donde aún se dice, en el presente, que en el armario sigo yo.

No, no debo cruzar la línea, si lo hago tendré que desandar el camino; deberé ir en línea recta y no dar paso al menos paso, y procurar seguir la piedra, eludir el laberinto; incíclica pese al tiempo, el reloj que rectifica a la carne con sus huesos. No morir sería mecánica, y un reloj, ¿no es sólo eso?...

¿Y las molestias que ello le provocaba? Subió hecho un energúmeno para hablar con los padres de Albedillo. Tal fue la jarana y el trompeteo, que llegaron a las manos con empujones y más allá… Lo Prometeo. En un descuido, el padre de Albedillo titubeo resbalando en la baranda de la escalera caracol, y cayó por el hueco, y allí quedó en el rellano desparramada su sangre y hecho un amasijo de carne y huesos. Inmediatamente ¿¡? vino una ambulancia pero nada pudieron hacer para salvarle la vida.

A Albedillo, por ser tan joven, se le dijo que su padre se había ido al cielo. Albedillo siempre pensó que se fue en busca de los zapatos. La sorpresa fue que no pasó mucho tiempo y los zapatos los llevaba su vecino.

Así, que se le ocurrió al señor cura fabricarle al santo un par de zapatos, y cuando ya los tenía terminados, el santo, que debía estar donde siempre, había desaparecido. El niño Albedillo se había adelantado y le llevó unos de su padre. Cuando el niño Albedillo preguntó por el santo, al cura no se le ocurrió otra cosa que decir que salió a probar los zapatos que le había regalado. A la mañana siguiente el padre de Albedillo preguntó a su mujer por los zapatos. La madre le dijo que estaban donde él los había dejado la última vez. El padre insistiendo en que no estaban. La madre apuntillando: “como siempre”. Se inició una discusión tonta que poco a poco se fue elevando en tono y color. El padre tenía prisa, estaba parado y la situación económica ya era preocupante, e incluso la comida comenzaba a ser escasa en la casa de Albedillo. La bronca tuvo sus repercusiones, que un vecino de abajo, cansado de la permanente gresca y de los ruidos que solían molestarle entre otras cosas con los tacones de sus zapatos…

Sospechó que el zapato que faltaba se marchó. Y salió a la calle con un zapato, e iban todos también con uno… Acudió al chamán del pueblo. ¿Dónde habría ido el zapato? El chamán le dijo que tenía la solución. Que se quitara el otro zapato para ver si seguía la misma pauta que su compañero. Él así lo hizo. Para sorpresa de los dos, estando la puerta abierta el zapato no se lo pensó. El chamán despejó su duda y él quedó plenamente satisfecho, y dispuesto a marcharse estaba pero… Imposible era que se moviese, y cuando vio que el chamán llevaba puestos los dos zapatos le preguntó si podía prestarle uno de sus zapatos para poder hacer marcha y volver por donde había venido calzado con un solo zapato. El chamán repuso que lo que le pedía era algo muy serio y requería de la consulta al zapatero mayor.

Allí esperó durante siglos, allí fue venerado. La gente se arrodillaba y le besaba los pies; incluso llegó a ser secuestrado. Navegó por mares y tierras. Personajes muy ilustres vinieron a verlo, y le pedían sus favores, que intercediera por ellos ante otros de mayor poder para conseguir alguna prerrogativa y alguna que otra prelavativa… Inclinaban sus cabezas Papas, Emperadores y Reyes. Y llegó el día, ese día maldito, y ese niño bendito preguntó al padre ¿¡? porqué el santo no llevaba sandalias. Al padre no se le ocurrió otra cosa que decir al muchacho que el santo era tan pobre que tenía que recorrer el camino descalzo.

-Pues habrá que hacerle unas alpargatas –dijo Albedillo-.

-Sí, ya están pedidas –contestó el clérigo-.

Él sabía que el pedido nunca llegó porque quien debía hacerlo, el chamán aquél primero, no lo llegó a realizar ya que ello suponía que dos zapatos menos eran mucho zapato y poca zapatería, que para zapatero ya estaba él.

Ya mayor, Albedillo dijo al padre:

-Padre, ¡todo esto es una gran mentira!

-Sí, sí… tienes razón –contestó-, mas, ¿no es mejor mentir en libertad que ir a la cárcel por decir la verdad?

-Pero eso ya no sucede, padre; pregúnteselo al santo que ahora lleva los zapatos, o al marica ése que aún no ha salido del armario.

Ves ese menhir allí abajo, amigo Titán…

Lanzaron una ráfaga de luz sobre el mismo desde la nave, y el prehistórico cayó de bruces adorando la piedra, y a la madre que parió al astro Sol. Se escucharon carcajadas allá en lo alto…

-¡Serán hijos de su madre!... ¿Esto lo sabe Hércules?

-Majestad, Hércules partió en busca de Prometeo por el asunto de los zapatos. ¿Por qué no nos mostramos a los humanos y que se acabe esto de una vez por todas?

-No –dijo-. Dejémoslos que descubran por sí mismos... Sino dirían que es mentira y nunca sabrán la verdad.

-Pero señor, si ya dicen que es mentira.

Sí, porque la ciencia avanza mucho y ya están a punto de descubrirnos.

-Descubrir el qué, señor.

-Que somos su nada, porque no usamos zapatos.
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