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 Alicia en el país de las pesadillas…

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juankis
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Alicia en el país de las pesadillas… Empty
MensajeTema: Alicia en el país de las pesadillas…   Alicia en el país de las pesadillas… Icon_minitimeJue Abr 29, 2010 6:56 pm

Once días antes:
-Nunca jamás me iré de Camporredondo, no importa lo que pase, este año nos marcharemos a las colinas…- él la abraza fuerte tan fuerte como jamás lo ha hecho: primero en su delgada cintura, después la trae contra su pecho y enmudecen, sienten morir, al fin y al cabo eso de pensar en perder la vida no era un obstáculo para ellos, ya que de hacerlo, lo harían juntos y para siempre ya sea para continuar su frenético amor en el cielo ya sea para seguir amándose como dos locos en ese refundido mundo llamado pandemónium.



Martín sabe que el tiempo que han pasado juntos ha sido valioso, el quiere pronunciar la palabra casorio, quiere que la Alicia sea su mujer, de todos modos esta quincena cumple dieciocho años y pretende, quiere llevársela a la Alicia para que allá vivan felices en la soledad del monte… solos pero felices.



Camporredondo, es un selvático pueblo que está ubicado en la zona nororiente del Perú, exactamente en el departamento de Amazonas, provincia de Luya, es una pequeña aldea situada en ceja de selva, próxima a los andes, por lo que el clima tropical es de nunca acabar, allí nació la Alicia, allí su madre la trajo al mundo es la tercera de ocho hermanos (de los cuales tres son mujeres y la Alicia la mayor).



Martín quiere que la Alicia sea su mujer, vanamente son novios a escondidas (pues ya todo el pueblo lo sabe) ella ha cumplido quince años y daría la vida por él y desde luego el día en que se vayan a vivir al monte ella dará todo, hasta su virginidad, porque Martín es el chico de sus sueños, de su vida… y conforme a ese bien sabido dicho de que la mujer debe llegar virgen hasta el matrimonio (mandato impuesto por su sabia madre) la Alicia así lo hará -ya lo sabe- sus hermanas también lo saben y llevan la consigna tan en cuenta como si fuera ley de vida, como si fuera el onceavo mandamiento.



Sobre un sembrío de plátanos, ya el cielo tornándose naranja, ya el cielo iba haciéndose oscuro para darle paso a la noche, ellos hablan tendidos en medio del platanar, de la mano y sin miedo se hacen la promesa de ser el uno para el otro:
-Yo también quiero irme a vivir contigo Martincito, yo quiero hacer mi casa contigo-
-que cumpla dieciocho ya mismo hacemos el casorio- Lo mira tierno con esa expresión castaña y la Alicia delgada, flaquita pero a la vez curvilínea, se frunce lo ama y como una espiral se apega, se inclina a él.



-El señor Rufino es amigo de mis papas, ha venido a comer a la casa tengo que ir ayudar-
-si lo conozco a ese viejo mañoso, viejo carretón es-
-será lo que será pero es el dueño de las tierras de abajo y siempre le trae cositas a mi mamá es buena gente don Rufino-
-Vámonos son las seis ya, vámonos flaco…-



Pero… si bien en dicho momento no imaginaban que jamás podrían ser felices, en aquel minuto Alicia influenciada por ese libro hermoso, ese libro fantástico que Martín le compró a un ambulante despistado en un jirón llamado Triunfo allá en Chachapoyas, creo que no era para menos ya que la Alicia se sentía volar, quien sabe y a parte de enamorarse estaba empezando a amar (el enamorarse es distinto al amar sostiene un señor apellidado Fromm)… la Alicia jamás en su vida había leído más de media página -así de seguido- y en su libro (al que cuidaba mucho más que a la única Biblia que había en la casa –perdón- al único Nuevo Testamento) encontró el mensaje ilusorio gracioso y fantástico que a sus quince años necesitaba, Martín le regaló el libro simplemente porque llevaba el nombre del amor de su vida : Alicia en el País de las Maravillas… del británico Charles Lutwidge Dodgson , leía y leía con persistencia siempre constante ahí enredada en esa fantasía impresa… ella creía que ese libro escondía las respuestas que tanto buscaba para darle un completo sentido a su relación… era una niña aun la Alicia sin embargo ya buscaba de esta manera encontrarse con las razones de su impetuoso amor…
Las fincas de Rufino están dispersas en los alrededores de Camporredondo, y el día en que Martin y la Alicia andaban acurrucados en los platanares, él cumplía cuarenta y cinco años y que mejor que pasarla en la casa de la Alicia… además al papá de la Alicia le encantaba el trago y si le ponían un par de mujeres…era cosa del paraíso para el hombre.
Esa parranda fue infernal, esa noche la Alicia se daría cuenta que ese viejo de mierda era un mañoso, era un enfermo, cuando él en busca de los servicios le preguntó a ella, flaquita linda como una espiral:



-llévame a los servicios- le dijo lleno de morbo.
Y ella cándida linda la Alicia le dice: -por acá al fondo don Rufino-
-algún día serás mi mujer chinita- le contesta al tiempo en que le hurga la dureza de su nalga derecha, le planta una mirada insolente.
La Alicia ha salido disparada, exaltada… se ha quedado en el pasillo respirando hondo y no sabe qué hacer, pues si le cuenta a su padre seguro este le iba decir esa su clásica respuesta universal: -no me vengan con cojudeces- piensa en decirle a su mamá (es lo más correcto no quedarse callada), casi llorando de rabia se limpia los ojos chinitos y se va como dijera su Martín: se va corriendito al pasillo a envolverse en la hamaca que da hacia el jardín, pobrecita la Alicia arañada por un viejo depravado… se quedó dormida girando en el mundo interior de una hamaca al fresco de la noche…



La parranda fue hasta más no poder, fue hasta que brilló el sol, fue hasta que la mamá levantó muy temprano para preparar un caldo de gallina y un café pasado para mejorar los alicaídos ánimos del padre y de Rufino que hasta las siete de la mañana se tambaleaban ebrios y perseguidos por la brumosa sensación que la resaca suele dejar hasta en los mas bravos bebedores.



Los arrieros de Rufino llegaron a las dos de la tarde, dos mulas para la carga y un caballo negro (altivo el equino) montura con ribetes dorados y estribos metálicos con terminaciones en madera exquisitamente tallada, se despidió lleno de cinismo y prometió volver la próxima semana, con la escopeta que le prometió al papá de Alicia, con la pelotita de vóley para que las niñas le saquen provecho a su talla, ya montado en el brioso corcel, se secó el sudor con un amarillento pañuelo, lo guardó en el bolsillo de la camisa, le guiñó el ojo con malas pretensiones a la Alicia y dijo que para ella también habría una pequeña sorpresa pues ella era la chinita más linda que ha conocido.
Insolente se marchó con una sonrisa venenosa y lo peor: con la amenaza de volver, sus arrieros descalzos jalando las mulas y Rufino adelante chicoteando a ese altivo caballo que a buen trote se esfumó por entre los platanares.



- preguntó por el baño, yo toda sonsa le indiqué-
-¿y!!!?-
-me dijo que me iba hacer suya, y me cogió el trasero-
-pero que mierda tiene ese viejo en la cabeza!!! Porqué no dijiste nada???-
-estaban borrachos-
-oyeee pero ya lo hizo y la próxima se pasara mucho mas, dila a tu mamá-
-me sentí mal y me quedé dormida en la hamaca y al otro día se fue y me guiñó el ojo, me dijo que me traería una sorpresa… -



-ese conchesumare se las verá conmigo si te hace algo-
-no Martincito no va pasar nada, es que estaba borracho flaco tranquilito, el se ha portado bien con mi familia y lo conocemos desde que éramos niños-
-En la tarde quiero verte en La Bajadita quiero decirte algo importante- Le dice Martín a la Alicia, claro ella no imagina lo que él le iba decir, sin embargo esos jueguitos esos misterios les gustaba mucho y les excitaba pensar en lo que podría pasar en esas citas en La Bajadita sin embargo la Alicia no era sonsa, ya que siempre tiene en mente su onceavo mandamiento y por más templada que esté de Martín, sabe perfectamente que primero casados y después las cochinadas que desde el origen de nuestra especie son cosa de todos los días…



Por un sendero empinado, tupido por campos verdes y todo tipo de vegetación se divisa todo Camporredondo, ahí queda La Bajadita, es un mirador natural un poco alejado del pueblo, en donde Martín y la Alicia aprendieron a ser los enamorados mas dichosos del lugar, él la vio llegar agilita por el camino, se encontraron en una cuesta se sentaron al borde del camino por donde discurría una acequia de aguas cristalinas y frescas, la Alicia se quitó las sandalias y sumergió los pies en el torrente…



-sudadita estas mi amor…-
-me venido corriendito corriendito-
-pero no te apures tanto yo te espero siempre-
-no flaco no me gusta quedarte mal mi amor…-
-que lindo se ve todo desde acá no???-
-si di?-
-nuestra casa en el monte tendrá la misma vista-
-hay flaco ya quiero irme contigo lejos muy lejos a donde tu vayas a donde tú quieras mi rey -
-Esta semana iré a pedir tu mano-
Después de diecinueve meses de andar empapadísimos y de caminar juntos soportando sus emociones reprimidas, Martín anunció que el miércoles veinte de abril de mil novecientos ochenta y tres, cuando al fin haya cumplido dieciocho años, irá de una vez por todas a formalizar esa relación que al principio empezó llena de cautela y que al final terminó como un hecho muy bien sabido por la gente de Camporredondo.



La Alicia ha quedado impactada, feliz y no puede esperar más, solo piensa en cerrar los ojos y despertar el miércoles muy temprano para arreglarse tan linda y flaquita como una espiral vistiendo ese vestidito perla que solo ha usado dos veces: el día de su primera comunión y cuando se casó su hermano mayor…



El lunes cuando el sol daba sus últimos halos de luz sobre las laderas del pueblo, volvió Rufino como lo había prometido, su caballo negro sudadito y sus dos mulas lejanas y lentas se divisaban como hormiguitas y los arrieros como dos puntos que avanzaban incansables y descalzos seguramente, por la trocha que llega a la casa de la Alicia.
Don Demetrio (el papá de la Alicia) ordenó a los hermanos mayores, traer agua para las acémilas y a las niñas (Alicia entre ellas) alistar todo para darle la bienvenida a Rufino a ese hombre adinerado, de palabra y buen mozo dizque.
Rufino trajo dos cajones:



Del primero sacó muchos víveres para abastecer a la familia:
-todo es para la casa para su provecho doña Nilda- le dice el mal tipo a la madre de la Alicia.
Azucar, arroz, frutas traídas de la costa, sal, aceite, manteca, fideos, galletas y otras cosas que a Camporrendondo solo llegaban en tiempo de feria…



Del segundo cajón (el que estaba forrado con plásticos y bien asegurado) sacó los regalos para la familia: una loción para Leoncio (el hijo mayor) unos manteles para doña Nilda, una pelotita de vóley para que las niñas le saquen provecho a su talla (unas chinazas eran) y dobladito en una bolsa de papel color crema, desdobló un vestidito floreado, -este es para la chinita más linda que conocido- dijo morbosamente mirando las piernas color canela de la Alicia… y por ultimo de un estuche de cuero y cuidadosamente sacó la escopeta que le prometió a Demetrio:



- lo mejor para ti compadre para ti Demetrio, creo que ahora si saldremos de cacería, es una joya hermano es una preciosa escopeta de catorce milímetros monotiro –



Todos quedaron estupefactos ante semejante sorpresa (incluso Martin, que receloso curioseaba desde unos arbustos cercanos) brillaba el cañón del arma que todos al verlo sintieron algo de temor, seguidamente de un pequeño paquetito contó uno por uno los trece cartuchos que se supone iban a utilizar estos días en el monte para matar pumas o venados… quien podría imaginar en ese mismo instante que el cartucho número nueve iba ser el que le pondría fin a la existencia de Martín…



La visita de Rufino habría de marcar para siempre la vida de la Alicia, a partir de esa tarde Alicia sin notarlo, sin presagio alguno no advirtió que imperceptiblemente estaba dando comienzo a su vida en el país de las pesadillas…




Continuará...
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