El Test de Klausbenteen (Dos)

Tema: El Test de Klausbenteen (Dos) Mar Jul 21, 2009 8:41 am

El Test de Klausbenteen (Dos)

-¿En qué estás pensando Rudolf?

-En nada…

-¡Vamos! Se te nota en los ojos ¿Qué piensas?

-Desearía que el tiempo se detuviera aquí. Recostado en la hierba, con este celeste infinito aquí arriba, sembrado de nubes esponjosas.

-A veces me sorprendes ¿Te lo dije?

-Es que se siente muy bien, el aire fresco de la tarde, la calma. Y mañana debo volver al trabajo, a la locura diaria. Estoy harto amigo.

-¡Bah! No es tan malo. Podría ser peor…

-¡Pero yo quiero que sea mejor! ¿Entiendes? No me quiero conformar con esto ¿Por qué debo conformarme? Yo no quiero pasarme mi vida viviendo lo menos mal posible, porque eso me tocó.

-Bueno Rudolf. Comprendo, pero ya sabes lo que dicen. La vida no es fácil amigo, creo que debes agradecer lo que tienes y tratar de ser feliz con ello.

-¿Feliz? ¡JA! Sandeces…

El sol continuó descendiendo hasta quedar fuera de la vista, su ausencia de brillo creó la noche y dejó ver las estrellas. Rudolf regresó a casa en su bicicleta bañado en luz de luna. Tragó un plato de caldo, y luego de arremolinarse en su cama como ya venía haciéndolo por meses, consiguió apagar por unas horas su conciencia y conciliar con el sueño; sentía que sus pesadillas no eran tan atemorizantes como su rutina.

La mañana del nuevo lunes le sorprendió conduciendo el destartalado camión de repartos. El novedoso motor a combustión cubría la floreciente metrópolis de smog, y abría un abanico de posibilidades laborales. Rudolf realizaba su vertiginoso recorrido a veinte kilómetros por hora descargando mercadería por los mercados de la ciudad. Cinco años, o unos mil quinientos días de esto, le otorgaban una habilidad que le posibilitaba realizarlo con los ojos cerrados –aunque por prudencia no lo hiciera-.

Al igual que un hermano no nota el crecimiento progresivo de su otro hermano, los efectos que esta labor rutinaria habían causado en el rostro de Rudolf no se notaban para quienes lo rodeaban. Pero para un pariente lejano que lo viera una vez al año, el cambio era considerable: pasó de tener una cara sonriente de “trabajo nuevo, dinero y sueños”, a una cara de “pronto cambiaré de empleo por eso sonrío”, a una cara de “no encuentro trabajo pero aún apenas sonrío”, a una cara de “no volveré a sonreír mientras siga en esto, y ya me resigné”, y finalmente, a la cara actual de angustia e inconformismo.

Y mientras se perdía en el horizonte, el sol de ese lunes cálido derramó sobre la calle sombras alargadas de edificios y arboledas urbanas. Un hermoso acontecimiento diario, que pasaba desapercibido ante los acostumbrados ciudadanos, Rudolf incluido, quien nunca imaginaría que pequeñas bellezas como esa pronto le devolverían la sonrisa.

Los relojes marcaban ya el final de la jornada, y Rudolf tragaba nuevamente su caldo con escaso empeño. Se levantó entonces interrumpiendo su cena cuando llamaban a la puerta. Descubrió al abrir, a su amigo, que llevaba unos papeles abrazados al pecho. También llevaba los ojos de otra persona que no era su amigo. Llevaba los ojos de un niño, y la sonrisa más noble que Rudolf había visto jamás. Pero sí, era su amigo.

-Rudolf, lamento la hora, no te alarmes todo está bien. Mejor aún.

-¿Qué sucede? Pasa, siéntate.

-Verás, traigo buenas noticias… No, no, mejor dicho, traigo un milagro amigo mío.

-Hombre, no me asustes que sufro del corazón. Tranquilízate y dime de qué se trata.

-Estoy muy tranquilo. Jamás lo estuve tanto. Pues mira, no voy a decirte de qué se trata, sólo voy a dejarte esta hoja. Toma.

-Pero ¿Has perdido la cabeza? Me enteré que hoy no fuiste a trabajar ¿Por qué tanto misterio? ¿Qué es este papel?

-Sólo te diré Rudolf, que es algo grande ¡Muy grande! Ya lo verás, tú limítate a leerlo y ya sabrás…

La escena era esta: Rudolf boquiabierto con una hoja en su mano, parado en medio de la pequeña cocina-comedor-estar-recepción, sin entender ni pizca de lo que ocurría, y su amigo retirándose a paso pocas veces tan lento y lleno de regocijo, sonriendo y observando todo detenidamente como si fuera la primera vez. El hecho es que se marchó, y Rudolf, aún confundido, se sentó apartando el plato de caldo frío y colocando en su lugar el papel. Comenzó a leer…

La luz de la mañana naciente del martes se metía por la ventana de la cocina y rebotaba en la cara de Rudolf, aún sentado a la mesa junto a un caldo hecho gelatina y un papel lleno de lágrimas. Lágrimas que aún reptaban por los pliegues de su increíble sonrisa, y luego de balancearse en su mentón, caían sobre el papel desparramando las letras.

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Tema: Re: El Test de Klausbenteen (Dos) Miér Jul 22, 2009 2:22 pm

Bueno no entendi la relación de esta parte con la primera ¿donde quedo Tom?,que dijo?,que dice el papel?,jaja
demasiadas incognitas sin resolver para mi gusto,y si bien tengo imaginacion no me da para tanto,¿hay otra parte?,por que sería la unica forma de poder relacionar o entender estas dos entregas.

Tema: Re: El Test de Klausbenteen (Dos) Miér Jul 22, 2009 10:36 pm

Bien compañero,me quedo un poco como Ciudadano,expectante a ver si esto sigue,con dos grandes interrogantes al final de cada capitul y los cuales no relaciono.
Sin duda, habiendote leído anteriormente, apuesto a un trabajo sorprendente y atrapante,al menos has conseguido llamar la atención en estos dos capitulos y dejar al lector con ganas de más.
Esperare entonces
Saludos

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En busca de la Fortuna.
Marioes.

Tema: Re: El Test de Klausbenteen (Dos) Jue Jul 23, 2009 12:48 am

Mmmm... pues también iré por el próximo. Qué manera de atrapar eh? Pero ya nos tienes acostumbrados a vivir estas incognitas... Un abracito.

Tema: Re: El Test de Klausbenteen (Dos) Jue Jul 23, 2009 8:10 pm

Estoy medio perdida amigo, seguiremos leyendo.
Muy misterioso como todo lo tuyo, te sigo.
Cariños
Lili

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