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 El Circo del Hermano de Zagam - Capitulo 4

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aldochapa
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El Circo del Hermano de Zagam - Capitulo 4 Empty
MensajeTema: El Circo del Hermano de Zagam - Capitulo 4   El Circo del Hermano de Zagam - Capitulo 4 Icon_minitimeLun Jun 28, 2010 2:53 am

Con temor y valentía me acerqué al lugar, había muchas personas desconocidas, pero todas ellas antes vistas, estaban formando una fila india, observando a la persona que andaba hablando y dando su show, detrás de él, un auto en llamas, triturando la pintura y todo lo que había dentro de él.

— ¡Sáquenme de aquí! ¡Me quemo! —Escuchaba claramente. La voz de una persona agonizando dentro de un auto con un fuego intenso era inaudita. ¿Cómo era posible que todas las personas del lugar permitieran tal masacre?

Sin esperar y hacerme el héroe corrí hacia el auto, nadie me detuvo, nadie hacia nada, todos de pie riendo y aplaudiendo por el acto ruin que se vivía. Empecé a gritar impacientado, jalaba a todas las personas que pude, les preguntaba desesperado que hicieran algo, que me ayudaran a sacar a esa persona de ahí, pero nadie me escuchaba, todos me sacudían las manos y me empujaban sin la menor atención regalada. No me importó, llegué al auto y golpeé fuerte al vocero, busque en los asientos delanteros y traseros, pero no había nadie.

— ¡Aldo, estoy en la cajuela, ayúdame! —Esa voz la conocía, era el hermano de una amiga que había fallecido ya hace varios años, hermano de un amiga de Obregón, Sonora. Recordaba su voz, recordaba su risa y su gentileza, ahora pedía de mi ayuda.

La última explosión se originó en donde se encontraba. Todo el mundo aplaudió, todo el mundo gritaba alegré por la muerte de mi amigo.

No pude sostenerme y caí de rodillas sobre el asfalto. Mis manos sobre el piso, y mis lágrimas cayendo de impotencia. No pude hacer nada. Me quedé de pie con la mente bloqueada esperando que alguien me ayudara, esperando que por el mismo saliera.

— ¡Fue hermoso! —Dijo el vocero— Ahora traeremos a otra víctima.

— ¿Qué, otra víctima más? —Pensé asustado— ¿Qué clase de circo es éste?

— En esta ocasión, recaudamos un gran espectáculo, el mejor de la noche.

Me levanté con gran esfuerzo y miré alrededor, más gente llegaba, más gente con ansias de ver a gente morir por las ideas psicóticas del circo.

— Se dice que en la edad media, fue la edad de oro de los torturadores, y de la imaginación enferma de estas personas para hacerle pagar a los pecadores por sus actos mezquinos a la sociedad, por lo que traeremos a los transgresores a que cumplan con su pena capital. Esta noche, reviviremos las grandes maquinas de tortura y muerte de la edad media.

Todo el mundo aplaudió y se volvió loca. El estruendo del techo de las casas alrededor era devastador, la gente deseaba ver personas morir en esas maquinas, ¿Dónde quedó la constitución, el amor a sus seres queridos, el afán para que haya un mundo mejor, dónde quedaron todas esas ideas, dónde?

El vocero, con un micrófono en la mano habló.

El estaba vestido con una gabardina negra, y ropa de cuero color negra, era firme y fornido, además, llevaba puesto un sombrero cordobés y una máscara de bufón asiático blanca con un pico en la barbilla, círculos y cuadrados negros, una gran viga en de remache en la frente y un cierre en la boca.

— A continuación, traeremos el potro. La víctima será atada a los extremos y después se tirará de las cuerdas hasta que los miembros se descoyunten. El aplasta cabezas, destinado a comprimir y reventar los huesos del cráneo. La barbilla de la víctima se colocará en barra inferior, y el casquete seré empujado hacia abajo por el tornillo. Los efectos de este artilugio son, en primer lugar, la ruptura de los alvéolos dentarios, después las mandíbulas y por último el cerebro se escurre por la cavidad de los ojos y entre los fragmentos del cráneo. La rueda, era el más común en la Europa germánica. Convertía al preso, completamente inmovilizado, en verdadero material de trabajo, para que el verdugo fuera descoyuntándole o arrancándole miembros a voluntad. Era uno de los suplicios más horrendos de la Edad Media. El condenado, desnudo, seré estirado boca arriba en el suelo, con los miembros extendidos al máximo y atados a estacas o anillas de hierro. Bajo las muñecas, codos, rodillas y caderas se colocarán trozos de madera. El verdugo asestará golpes violentos a la rueda, machacará todos los huesos y articulaciones, intentando no dar golpes fatales. Después será desatado e introducido entre los radios de la gran rueda horizontal al extremo de un poste que después se alzará. Los cuervos y otros animales arrancarán tiras de carne y vaciarán las cuencas de los ojos de la víctima, hasta que a ésta le llegaba la muerte. La sierra, este instrumento de tortura no necesita muchas explicaciones. Sus mártires son abundantes. A consecuencia de la posición invertida del condenado, se asegura suficiente oxigenación al cerebro y se impide la pérdida general de sangre, con lo que la víctima no pierde el conocimiento hasta que la sierra alcanza el ombligo, e incluso el pecho, según esta máquina hace mención a este tipo de tortura, en la época del Rey David. Este hecho contribuyo a la aceptación de la sierra, el hacha y la hoguera. La sierra se aplicaba a menudo a homosexuales (gays y lesbianas), aunque principalmente a hombres. En la Alemania luterana la sierra esperaba a los cabecillas campesinos rebeldes, y en Francia a las brujas preñadas por Satanás. La cuna de Judas, el reo será atado e izado y una vez se le soltará dejándolo caer sobre una pirámide haciendo que, con su propio peso, se clave la punta de la misma en el ano.

La gente gritó con más fuerza entonando “muerte, muerte, muerte”. Detrás del auto ya consumido por las llamas del infierno, acomodaron en el centro de la calle las maquinas asesinas. Estaba estupefacto, al parecer no era mentira. Muy adentro de mí rogaba a dios que esto terminara, pero una vez más sería presa de mis miedos si esperaba que alguien detuviera los actos.

— Los condenados son, Daniel Santos Fortuna Chávez, Fernando Guerrero, Repe Roose, Doña Vicky, Adolfo de la Garza, Alejandro Cerda e Isai Candanoza.

— ¿Qué? Nooo… —Grité atemorizado. Todos los antes mencionados eran amigos y familia. No puede ser.

Los verdugos estaban instalando las maquinas y atildaban el margen de terror; vestidos como su vocero y siguiendo órdenes del demonio en donde yo había sido invitado para ver estos actos perversos, no permitiría darle gusto en esta ocasión. Sabía de antemano que varias personas antes mencionadas no estaban en el sitio, por lo que me armé de valor y corrí a escapar de lugar. Corrí lo más rápido que pude, dudo que alguien se dio cuenta, ya que era un tumulto inmenso donde las personas enfermas e hipnotizadas por el baladí del perdón no siguieron mis pasos.

Ya estaba afuera del circo, frente al monumento de la madre, el humo del interior sofocó las nubes para que no entrara la luz solar, y fuera del circo, aun se divisaba la poca iluminación del día, entrando el ocaso y dando inicio a la noche maldita. No sé qué hacía de pie, quizás la paz de haber escapado del lugar me hizo dormir mi cuerpo o quizás el miedo de haber escuchado a alguien atrás de mi gritando “atrápenlo, no lo dejen escapar” fue lo que me hizo congelar.



Capitulo
5






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